Testis Temporis, Lux veritatis (Cicerón)
“Ahora bien, con desaliento me pregunto muchas veces: ¿Interesa de verdad
a la gente conocer la verdad de las cosas, tal como fueron? Desgraciadamente
habría que contestar que no son muchos los que sienten apetencia por ese
conocimiento –incluso algunos de los que se dedican a historiar nuestra
época-;y prefieren seguir aferrados a un estereotipo y repetirlo sin más
averiguaciones o depuraciones. Carentes de espíritu crítico indispensable para
ejercer la noble profesión de la información, no se toman la molestia de
verificar las noticias equivocadas cuya reiteración convirtió en tópicos.”
En los últimos tiempos ha nacido
una nueva generación de creadores de contenidos para la propaganda divulgada,
difundida y vendida por los principales partidos políticos, con el fin de
retener antiguos, recuperar y obtener nuevos votantes, simpatizantes y
afiliados a sus causas.
Los hábiles “influencers” de la nueva propaganda política han recurrido
nuevamente a la historia como base para montar todo el artificio de su propaganda
y argumentarios.
Esta apelación a la historia no
es nueva. En los años 20 y 30 del siglo pasado, tanto el sovietismo ruso, como
el nacionalsocialismo alemán, el fascismo italiano y también el franquismo
español ya usaban la historia para atraer la audiencia necesaria que
justificase sus crímenes y regímenes. Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda
del Reich Alemán fue el gurú
propagandista de su época. Su método, basado en la metodología de la propaganda
soviética, fue copiado por todos los regímenes autoritarios y totalitarios del
globo terráqueo en los años posteriores con notable éxito.
La historia se muestra en la
propaganda como el espejo de la verdad absoluta, una verdad que se adapta a la
causa que se quiere propagar de manera intencionada. El objetivo es generar
audiencia e impacto mediático. El objetivo es orientar la opinión pública a
favor de la causa principal. Se presenta
esa verdad como un dogma de fe que no debe ser cuestionado y sobre la que no ha
de indagarse o preguntar. Hay que aceptarla
como un acto de fe inquebrantable.
Entre los que se resisten a esta
manipulación política de la historia real son a menudo atacados de manera contundente por los fieles alienados por una
propaganda agresiva y lesiva. En la propagación de dicha verdad absoluta, la
resistencia es considerada herejía y en consecuencia rechazable y condenable de
manera inquisitorial por los fieles que promueven la causa. La autoridad de esa
verdad no se cuestiona. La refutación de argumentos se impone al sano debate.
Hay fieles de la causa, que a la
vista de las pruebas irrefutables que se le presentan, siguen afirmando la
verdad construida por los propagandistas de la causa; aunque sean conscientes
de su error. Reconocer la verdad real es una debilidad que no ha de darse en el
fiel seguidor de la causa propagada. Se considera una gran traición a la causa
que defienden.
En la actualidad, la noticia sobre la exhumación
de los restos mortales de Francisco Franco Bahamonde de la Basílica de la Santa
Cruz del Valle de los Caídos, ha generado un sinfín de debates quijotescos y
discusiones acaloradas en la clase política, en los medios de comunicación, en
las redes sociales y en la calle, tanto a favor de su exhumación como en contra
de la misma.
De nuevo los órganos de propaganda
política se han puesto en acción apelando nuevamente a la historia. Los
sectores más conservadores, del entorno
del franquismo residual y de los descendientes de la familia Franco, han clamado al cielo por dicha exhumación.
Los progresistas y los herederos del bando republicano han apoyado de manera
entusiasta la iniciativa gubernamental.
La noticia de una previsible “comisión de la Verdad” por parte del gobierno ha incendiado aun más
la hoguera de las vanidades de la propaganda política. La historia es el campo de batalla y los
políticos de hoy las huestes en liza.
Para muchos, la verdad que esconde
el gobierno tiene la intencionalidad de ocultar la verdad que sus rivales
políticos precisamente quieren iluminar porque les conviene a su causa. En contraataque mediático el principal
partido de la oposición promueve una “Ley de la Concordia”, que viene a ser el
avatar de la “ley de Memoria Histórica” pero
filtrada por la propia propaganda.
Como vemos historia y verdad
vuelven a unirse para construir lo que Henry Hobsbawn llamaba la “tradición inventada”. Esta es en realidad la verdad que unos y
otros buscan en provecho propio. La falsa. El resultado ha sido la triste y coyuntural resurrección de una
extrema derecha adormecida que levanta quijotescamente de nuevo las
desvencijadas armas contra las nuevas “hordas
rojas” y también ha dado lugar, en
el campo contrario, a un espíritu romántico revolucionario marxista que trata
de llevar a juicio a la historia como justificación de la validez de su causa.
Curiosamente en este debate y
discusión los historiadores profesionales brillan por su ausencia. Ni están, ni
se les espera. No interesa a los órganos de propaganda política, de un lado y
de otro, dar a conocer la verdad
real. Nadie quiere avergonzarse, nadie
quiere rectificar, nadie quiere hacer autocrítica. La humildad, la ética y la
buena fe no son buenos productos electorales. La tradición inventada en cambio
es un producto de venta rápida, tiene muchos consumidores dispuestos a comprar
lo que sea por puro consumismo.
A J. Goebbels se le atribuyó la
frase “una mentira repetida mil veces se
convierte en una verdad absoluta” aunque realmente es posterior al
ministro. Pero sirve para ejemplificar como los creadores de contenidos para la
propaganda política pueden transformar
la realidad en ficción de manera rápida y sencilla aun más hoy día. La
revolución tecnológica que vivimos en la actualidad favorece este tipo de transformación. Las
noticias se difunden en microsegundos por todo el planeta. La información
(veraz o falaz) es un arma política muy superior a las convencionales armas de
destrucción masivas.
El texto que figura al comienzo
de esta entrada, está extraído de las memorias de Ramón Serrano Suñer, cuñado
de Franco y Ministro de Exteriores entre 1940 y 1942. Las memorias datan de 1977 justo cuando el
régimen franquista caía de forma estrepitosa e inesperada para sus fieles a
raíz de la aprobación de la Ley de Reforma Política, que dejaba sin efecto la
dictadura. Serrano Suñer ya veía que
incluso la propaganda del régimen propagaba informaciones falsas para
justificar su existencia.
Un texto que a la luz del debate
sobre las “Fake news” nos indica que la tradición inventada sigue siendo un recurso valioso para los
órganos de propaganda política. La mentira y la ficción han relegado a la
historia real, al rincón de la historia novelada. La propaganda hace que se
genere conflicto, el conflicto conduce a la ira y finalmente como un
historiador tituló en uno de sus capítulos “y
los españoles cogieron el fusil”.
El conocimiento de la historia es
fundamental para evitar repetir los episodios más destructivos de la historia.
Debemos rechazar la tradición inventada, los argumentarios políticos, la
propaganda política que se inventa la historia o la manipula de manera impúdica
(lo que se conoce como revisionismo especulativo). Existen unos profesionales
de la historia: Los Historiadores titulados, que usan la ciencia (y no la
ficción) para contar lo ocurrido en el pasado.
Es deseable que los ciudadanos y
ciudadanas no se dejen influir por los agresivos eslóganes, argumentarios y
falaces discursos de gente que no son historiadores profesionales, donde la verdad que transmiten, es la verdad
falsa e inventada que más les conviene.
Acudan a la fuente, sean críticos
con ellas, contrasten argumentos, investiguen y estudien en base a criterios
científicos, exploren otras formas de pensamiento, conozcan a gente del bando contrario,
hágase su amigo y debata sanamente con ellos (Eso no implica que tengan que
acatar sus ideas, pueden entre personas cultas y educadas mantener las suyas
sin problemas).
Saquen sus propias conclusiones,
no dejen que otros les digan lo que tienen que decir, pensar, creer, vivir
e incluso como vestirse para ser “políticamente
correctos”. Sean independientes en
su pensamiento y en su forma de vida. La democracia es libertad y la libertad de
pensamiento, de expresión y de opinión son los valores más importantes en las
sociedades avanzadas como se supone que ha de ser la nuestra.
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