El milagro de Villa Maya
Ayer se presentó el libro “la
lista de Smerdou, Los refugiados de Villa Maya, Málaga, 1936-1937” de Félix Álvarez Martín. El acto multitudinario se desarrolló en el
reducido salón de los Vientos del Real Club Mediterráneo de Málaga. Al acto acudió una más que notable
representación de la familia Smerdou. Tuve el placer de conocer a
la hija pequeña de Porfirio y a la tercera generación
Smerdou (nietos/as de Porfirio Smerdou).
La presentación del libro traspasó
su propio nombre, para convertirse en un emotivo homenaje póstumo a este hijo
adoptivo por aclamación de Málaga.
Porfirio es un claro ejemplo de misericordia cristiana y de solidaridad humana
en tiempos de guerra. Quizás como afirmó en 1986, la providencia esté detrás moviendo los hilos
de la historia. Quizás su posición como cónsul y gracias a unas circunstancias
excepcionales pudo acoger a tanta gente, sin importar quienes fueran, su
condición social o su filiación política. Seres humanos aterrorizados por la
guerra en busca de acogimiento. Quizás como afirmó, fue la Virgen de Guadalupe,
quien con su manto, protegió y ocultó a tanta gente de la barbarie fratricida.
Un libro que tiene el acierto de
poner encima de la mesa un conjunto de documentos esenciales para el debate,
para la investigación, para la memoria del pasado, para el recuerdo y como
enseñanza vital para las nuevas generaciones que no tuvieron la experiencia
personal de haber vivido aquellos años cruciales de la historia.
La presentación también tuvo su momento
reivindicativo, dada la reciente demolición de Villa Maya. He de decir que se
podía haber evitado. La tradicional “peleíta” y la endémica falta de
comunicación institucional entre Junta y Ayuntamiento ha sido la culpable de
tal desastre. De nada ha servido la desafortunada disculpa de la concejala del
ramo. A nadie se le escapa la gran metedura de pata del ayuntamiento por mucho
que quieran ahora ocultarse o hacer mutis por el foro.
Pero aun está a tiempo de
enmendarse el Sr. Alcalde, no poniendo una plaquita insignificante, o tratar,
de mala manera, de arreglar las cosas con la Medalla de Oro de la ciudad; sino concediéndole
los mayores honores a Porfirio Smerdou Fleissner, como la declaración de hijo adoptivo
de Málaga, nombrar una calle principal e incluso recuperar para la ciudad y su
memoria, Villa Maya, ofreciendo a los actuales propietarios una alternativa
para formar su nuevo hogar.
Si fuimos capaces de movilizar
cielo y tierra para salvar al pequeño Julen; creo que podemos enmendar mucho
más fácilmente la torpeza y el desastre causado con Villa Maya. Es cuestión de
voluntad política el hacerlo; pero también de presión y reivindicación
ciudadana. Los ciudadanos malagueños, amantes de la cultura (en toda sus
expresiones) y de la historia local, necesitamos un equipo de gobierno municipal
y autonómico eficiente que no destruya impunemente el patrimonio malagueño,
esté o no catalogado, esté o no protegido. Ahí es donde un político demuestra
su buen hacer: en escuchar al ciudadano y ponerse a su servicio conforme dicta
la ley y el sentido común.
Finalmente quisiera aplaudir la
iniciativa desinteresada de Félix Álvarez en la creación de la Fundación Villa
Maya. Hacía falta una fundación que actúe a favor de la memoria de Porfirio
Smerdou Fleissner, su vida, su obra, su pensamiento, su actividad. Las nuevas generaciones deben saber que cuando
hay una guerra, siempre hay ángeles como Porfirio, que hacen con su actividad
humanitaria un milagro cada día.
Para mí
es un santo civil que hizo posible que mi madre, hermanos de mi madre y abuelos
sobrevivieran a la guerra y que yo hoy esté aquí para contarlo. Gracias Porfirio, Gracias por tu
labor.

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