llamadas a la civilizacion en la memoria de la historia reciente





Decía el historiador y pensador del siglo XIV, tunecino de origen andalusí Ibn Jaldún que “la historia tiene por objeto verdadero hacernos comprender el estado social del hombre, es decir, la civilización, enseñarnos los fenómenos que se relacionan con él”.

En estos tiempos de manipulación histórica y de revisionismo histórico interesado e ideológico, es importante centrarse en la realidad de la historia como un proceso dinámico que se produce a medida que este transcurre.  La percepción relativa del transcurrir del tiempo nos indica que el proceso se llevó a cabo en un contexto específico y único en el momento histórico en el que se produjo.  Adentrarnos en el contexto de ese preciso momento histórico y su contexto, es el objeto principal de estudio e investigación de los profesionales de la historia, comúnmente denominados historiadores.

 Es esa ventana al pasado, desde donde el historiador observa el momento concreto objeto de estudio, la que nos hace comprender los mecanismos que han creado la civilización humana y sus circunstancias vitales en el planeta Tierra, o fuera de ella, desde que apareció hasta la época actual. 



Al entender la historia como un proceso y no un ente estático inalterado, se podrá comprender mejor lo ocurrido para que se diera ese proceso, como se desarrolló y que motivó su conclusión. Para entender el mundo actual, debemos ver lo que ocurrió antes y para especular como se desarrollará el futuro, debemos entender el mundo actual.

A raíz de la “Ley 52/2007 de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura” (BOE n.310 de 27/12/2007; vulgo “memoria histórica”) se ha abierto un procedimiento administrativo y judicial en torno a un periodo concreto, que a tenor del título abarca desde 1936 a 1977.


A raíz de su publicación, personas que no forman parte de ámbito profesional de la historiografía (Ciencia de la historia), ni del mundo académico iniciaron de manera interesada en unos casos y de manera espontánea otros, un debate político e ideológico trufado de grandes dosis de propaganda electoralista.

Aparecieron supuestos herederos del “franquismo” y herederos teóricos del “Frente Popular”. Ambos, 71 años desde el comienzo de la guerra civil, recuperaron el espíritu de sus ancestros con la misma pasión que tuvieron sus antepasados.    Se abrió entonces un juicio popular a la historia, los acusadores, hacían de abogados defensores y a la vez de jueces, con sentencias absolutorias para su “familia” ideológica y condenas sumarísimas hacia la “familia” contraria, origen, al parecer, de todos los males del mundo.

Cuando se dice algo, cualquier detalle, cualquier anécdota sin importancia, cualquier dato inconexo, del periodo que comprende la ley, las chispas encienden el debate mediático hasta límites insospechados. Todos quieren tener razón y en realidad ninguno la tiene. Se juega a ser historiador, pero los jugadores demuestran una ignorancia supina en lo referente al conocimiento científico mínimamente exigible a un profesional de la historia.

A menudo la anécdota o el testimonio de personas que vivieron en aquel periodo, lo consideran casi un dogma de fe. El amor o la pasión puede más que el conocimiento. Los testimonios se usan en la investigación científica; pero teniendo en cuenta que es la simple visión de una persona concreta que ha vivido en un contexto concreto. No se puede crear una teoría general a partir de un solo testimonio. Es necesario contrastar ese testimonio con otros testimonios y otras fuentes que pueden estar relacionadas.  Con el testimonio único ves el fotograma; con toda la información relacionada, ves la película al completo. Esta es un poco la idea en la que se manejan los historiadores profesionales en la actualidad.

En el caso de la guerra civil, el historiador debe, además, tener en cuenta la propaganda y sobre todo el lenguaje político (“guerracivilismo”) de ambos bandos enfrentados en el momento de plantearse hipótesis mínimamente creíbles.  El problema que suele ocurrir habitualmente es no tenerlo en cuenta y ello lleva a un falseamiento interesado de la evidencia histórica. Durante las guerras suele existir una propaganda bélica que a menudo utiliza, manipula y falsea la historia para crear argumentarios y para aunar voluntades en torno a un objetivo común; también para controlar a las masas y especialmente a los intelectuales. Esto es frecuente en cualquier guerra. Incluso hoy día se sigue usando la historia como arma arrojadiza contra el enemigo en el ámbito político en tiempos de paz. Este no es el objetivo de la historiografía, ni de los historiadores profesionales. Estas formas anómalas de utilizar la historia como un arma son condenables desde la comunidad científica.

Sin duda la guerra civil ha sido el episodio histórico de España más conocido a escala mundial, no solo ha sido estudiada desde todos sus ángulos por profesionales de todo tipo, además de historiadores; sino también por historiadores profesionales internacionales que han aportado la visión exterior al conflicto, menos conocida en España.  

En algunos puntos concretos del periodo bélico existe ya un consenso entre historiadores sobre lo ocurrido realmente (objetivo, neutral, sin componendas ideológicas); en otros sigue habiendo discrepancias. Esto es la ciencia, hay que ir respondiendo a las preguntas que los profesionales se hacen. Hay que hallar pruebas o evidencias científicas que justifiquen las hipótesis y tesis establecidas en la comunidad científica.  A menudo suele ser un trabajo multidisciplinar y en red con aportaciones de profesionales de todo tipo. En el pasado quedó aquel erudito local que trataba la historia como un tesoro coleccionable, aquel cronista huraño de archivos polvorientos que se creía guardián del conocimiento. Los historiadores, al igual que en otras profesiones, hemos evolucionado.

En las juntas de “memoria histórica” o asociaciones análogas, hay gente de todo tipo. Las oficiales deben estar integradas por profesionales de varias disciplinas científicas, que van desde arqueólogos y forenses hasta historiadores y representantes de la administración; en las asociaciones se unen las familias de los fallecidos o personas que sean objeto de reparación conforme dicta la ley. También las hay impulsadas como ariete político de sindicatos y partidos políticos.

A lo largo de estos años se han ido categorizando y de alguna forma estructurando la plasmación sobre el terreno de la memoria histórica: placas, memoriales, inscripciones en el catálogo de lugares de memoria histórica, etc… También ha sido prolífica la producción editorial tanto de historia científica; como de divulgación de la historia o narrativa de contenido histórico. Se han hecho multitud de documentales e incluso películas inspiradas en hechos históricos del periodo que abarca la popular ley de memoria histórica.  Hay sed de conocimiento por parte del público. La gente quiere saber lo ocurrido realmente. Los historiadores hemos estado demasiado dormidos y ocultos, aceptando o conformándonos con el intrusismo profesional. Atemorizados por el que dirán.   Es hora de defender nuestra profesión.

Recientemente un juez del tribunal supremo nos ha sorprendido a todos afirmando que la dictadura del general Francisco Franco Bahamonde (1892-1975) se inició en el momento en el que fue designado el 28 de septiembre de 1936 “jefe del gobierno del Estado y Generalísimo de sus ejércitos” por la autoproclamada junta militar (Junta de defensa militar. Gobierno de Burgos 1936-1939).  

Varios historiadores profesionales de reconocido prestigio académico salieron en tromba para afirmar que en tal fecha el titular de la jefatura del estado era Manuel Azaña Díaz (1880-1940). Efectivamente lo era por elección presidencial, verificada y ajustada a derecho español específico e internacional.  El magistrado en cuestión resultó, al parecer, ser un seguidor de los “herederos del franquismo” y en consecuencia su pensamiento sin duda, posiblemente le jugó una mala pasada.

Esto nos lleva a reivindicar la necesidad de contar en la estructura del estado y en las administraciones públicas con historiadores profesionales en plantilla; así como una remodelación de las actividades y objetivos de la hoy anacrónica, por desgracia, Real Academia de la Historia. Hay que actualizar sin duda el conocimiento que hoy tenemos de la historia contemporánea española con todo lo que ya se sabe de esta etapa histórica; también hay que mejorar los métodos de enseñanza de la historia a todos los niveles. Tiene que haber también transferencia de conocimientos desde el mundo universitario a la ciudadanía. No podemos secuestrar la historia. La historia es un bien social.

Para la mayoría de los historiadores profesionales la II república, la guerra civil y la dictadura son hechos históricos, no armas de destrucción masivas a nivel mediático o político. Por eso es muy necesario que los políticos dejen de usar la historia para sus argumentarios incendiarios. Hacen un daño terrible a la memoria que se desea preservar para conocimiento de las siguientes generaciones. Conocer el pasado es muy bueno para el afianzamiento de la democracia, las libertades y el bien común de una sociedad civilizada como ha de ser la española. No boicoteen la historia, no maltraten al historiador, no engañen a la gente falseando la historia. No politicen la historia por favor. Compórtense y abran sus mentes como personas civilizadas.  

Finalizo con algo que me toca como historiador y a nivel personal.  Recientemente se ha rechazado la consideración del solar donde estuvo hasta hace poco “Villa Maya” (Calle republica argentina 19, urb. El Limonar) como “Lugar de Memoria histórica”. Durante 1936 y 1937 sirvió esta pequeña vivienda como refugio para más de 500 personas, entre las que había personas de distintas edades y condicionantes sociales, ideológicos y políticos.  Familias que fueron señaladas por cualquier razón, poco importaban las razones en aquel contexto, como objetivos a matar en el contexto de la guerra civil española en Málaga. 

La vivienda estaba arrendada por Porfirio Smerdou Fleissner (Conocido editorialmente como el “Schlinder” de Málaga) cónsul honorario de México en Málaga entre 1931 y 1939.  Porfirio tenía amistades con gentes de todo tipo y condición, de todas las clases sociales e idearios políticos.  Sus ideales eclécticos le permitían tener relación con todos sin excepción.  Acogió en su casa a gentes que buscaban refugio ante la amenaza de muerte que se cernía sobre ellos.  Simplemente por humanitarismo, espíritu libre y caridad cristiana no distinguió entre sus acogidos. Todos eran seres humanos que merecían vivir. Sin apenas recursos hizo el “Milagro de Villa Maya”.

Cierto es que muchos de los acogidos estaban por su origen social vinculados a la causa “nacional”, pero no podemos olvidar que también los hubo vinculados a la causa “republicana” por lo que Smerdou representaba una tercera opción no beligerante y neutral. El exilio, o los exilios, fue sin duda el destino final de todos los refugiados.  

Entre los refugiados estaba mi madre, tenía tan solo tres años; por tanto, una niña que ni era “facha o fascista”, ni “comunista atea”, simplemente una niña que se vio inmersa en una guerra fratricida como muchos otros “niños de la guerra” que quedaron marcados por la guerra.  Había mas niños, adolescentes y gentes, que simplemente se vio involucrada muy a su pesar en la guerra, en “Villa Maya”. Pertenecer a tal o cual familia, aunque no se hubiera significado, aunque no fuera un activista, aunque no actuara violentamente, ya le creaba un estigma que le conducía irracionalmente al patíbulo por el simple hecho de pertenecer a dicha familia.

Sra. consejera de cultura de la Junta de Andalucía, Sr. alcalde de Málaga hagan el favor de respetar a los que estuvieron acogidos en “Villa Maya”, a la familia Smerdou y a los descendientes de los que estuvieron acogidos. Simplemente deben inscribir el solar como “lugar de memoria histórica”, algo que tampoco es tan complicado. Aunque insuficiente, es por el momento, el mejor homenaje que ustedes pueden dar a una persona tan excepcional como fue Porfirio Smerdou Fleissner.  También a los que defienden el patrimonio cultural malagueño, en especial, por mi vinculación personal, con la Fundación Villa Maya y su presidente Félix Álvarez Martín, impulsora de la petición de “lugar de memoria histórica” para “Villa Maya”.

Sres. Políticos, de cualquier ideología, posición o bando, por favor, sacad “Villa Maya” del rifirrafe político, no solo es aconsejable; sino que es moralmente exigible. Sr. alcalde de Málaga, cuide el patrimonio malagueño que lo tiene muy destruido y descuidado últimamente. La cultura va mas allá de los museos y del negocio del turismo.  No ceda a la presión de urbanistas sin escrúpulos, aunque den millones a la ciudad. La cultura y la historia reflejan la identidad e idiosincrasia del pueblo malagueño.  Cada vez más, somos muchos malagueños los que queremos proteger nuestro patrimonio. Escúchenos y atienda nuestras demandas. Apueste por la cultura de forma valiente, decidida y meta de una vez en vereda a Urbanismo, que está muy descontrolado últimamente. A ver si con tanta obra ultramoderna, faraónica y electoralista nos quedamos sin patrimonio.

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