El mundo bipolar y la nueva democracia
Con la caída del muro de Berlín
en 1989, seguida de la caída del régimen soviético entre 1990 y 1993, el mundo
surgido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) o “Sistema de Bretton Woods”
comenzaba a diluirse en un panorama multilateral en las relaciones
internacionales. El mundo se interrelacionaba gracias a la aparición en 1991 de
la red Internet y a partir de ahí todas sus aplicaciones, cambiando
relativamente la naturaleza del sistema social y político.
Resultaba que el mundo bipolar
había establecido unos estereotipos, clasificando a países, regiones, personas,
entidades, etc. Todo estaba como muy encorsetado en ideales genéricos que
distinguían, enfrentaban y diferenciaban a unos de otros. Generaban conflictos
de intereses para beneficiarse de sus resultados. Construían regímenes autoritarios
al mismo ritmo que desaparecía la sociedad civil. Acababan con la naturaleza
con la excusa de los beneficios del progreso y la industria. La guerra pasó a ser un doble negocio: el de
las armas y el de la reconstrucción.
En Europa la idea que se
planteaba en el proceso de integración y construcción europea era acomodar el
liberalismo promovido por Estados Unidos a las costumbres europeas. El concepto
de “Democracia parlamentaria representativa” se estableció para definir
un régimen liberal basado en la confrontación, en este caso pacífica, entre dos
fuerzas contrapuestas: Derecha conservadora/Liberal e Izquierda
progresista/revolucionaria. El Centro
político parecía lo más idóneo y de ahí surgieron: la Democracia Cristiana (centro-derecha) y la Social Democracia (centro-izquierda).
El peso de uno u otro bando determinó el
signo de la política comunitaria europea durante los años 90 y primera década
del siglo XXI.
Todo estaba pensado para que la
sociedad civil actuase como autómata al servicio de los intereses de los
partidos políticos y del mundo empresarial. Los políticos seguían el guión prescrito por
los agentes económicos o financieros en función de los intereses empresariales.
Como en la Era Victoriana, el sistema liberal-burgués recuperaba el
protagonismo. Aparentemente eran regímenes democráticos; pero en la práctica se
había vuelto al sistema oligárquico y a la formación de oligopolios. Nada había cambiado.
Tras la caída del muro de Berlín,
la sociedad civil liberada de los bloques enemigos, comenzó a despertar
tímidamente y aun con temor. Comenzó a recuperar protagonismo, comenzó a
movilizarse, comenzó a organizarse. También
se comenzaron a visibilizar los casos de corrupción política, financiera y
empresarial más graves. Los medios de comunicación comenzaron a actuar como
altavoces y como repetidores hacia las denominadas “redes sociales”. La gente
sencilla, comenzó a darse cuenta del gran engaño del sistema de “Bretton
Woods”, la democracia era sencillamente una tapadera para seguir haciendo
lo mismo que se hacia antes, robar, mentir y engañar a los ciudadanos. A raíz de aquí, la gente comenzó a tomar
conciencia y a denunciar la actitud corrupta de sus políticos, bancos, y
grandes empresas. La indignación comenzó a cundir entre la población.
El 15 de mayo de 2011 comenzó en
España un gran movimiento que agrupaba a todos los indignados españoles, sin importar su edad, sexo, condición social,
creencia o ideología. La indignación no era clasificable, era global. Ningún
parido político estaba detrás, ningún actor sindical o económico estaba en su
promoción. La espontaneidad y las relaciones internas de las redes sociales por
Internet favorecieron el encuentro masivo de los indignados en torno a un único
pero heterogéneo movimiento de indignados.
En otros países como Grecia o Islandia
en 2008 ya había habido antecedentes de indignación organizada. En Islandia
incluso lograron llegar al poder. El movimiento de Islandia sirvió de
inspiración inicial para el Movimiento del 15 - M.
La anomalía de los indignados en
el sistema cerrado de Bretton Woods, dejó sin argumentos a los políticos. Estos
no sabían como afrontar este reto. Al no poder distinguir entre “aliados”
y “enemigos” muchos trataron de
canalizar la indignación del 15 – M sin éxito. El 15 M no tenía ni líder
visible, ni estructura organizativa convencional y, no había ideología común. No sabían simplemente como abordar esta nueva
corriente política ciudadana. La ciudadanía se indignaba y rebelaba contra el
sistema y contra ellos.
EL 15 – M tuvo un desarrollo
posterior dentro y fuera de España: fuera
inspiró a los indignados estadounidenses
(Movimiento: Occuppy Wall Street) y
también a muchos países árabes ribereños del Mediterráneo (Túnez, Argelia, Libia,
Egipto, Siria, Arabia, Turquía…) a los cuales la prensa denominó “primaveras
árabes”.
La indignación dio paso a
multitud de organizaciones temáticas e incluso a partidos políticos o
coaliciones de partidos y movimientos sociales de todo tipo. Para la inmensa mayoría de los indignados el
sistema de 1945 había concluido su ciclo vital y en consecuencia había que diseñar uno nuevo.
De la democracia representativa
parlamentaria tradicional se pasaba ahora a un nuevo modelo democrático a la que muchos intelectuales denominan “Democracia
participativa”, recuperando así el significado original de la palabra “Democracia”:
predominio del pueblo en el gobierno político de un estado (RAE).
Su base ideológica del nuevo
pensamiento democrático se establece sobre dos parámetros: la defensa de la
vida y la defensa del medio natural.
Dentro de la defensa de la vida se incluyen las tres o cuatro claves que
se vienen difundiendo en la sociedad europea desde la Revolución Francesa,
origen de la democracia contemporánea: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Todas
ellas amparadas y garantizadas por las leyes.
La legalidad como forma de convivencia social en un país o región. La legalidad
como garantía de solidaridad social y con otros pueblos/naciones.
Estos elementos que constituyen
la racionalidad del pensamiento político de la nueva democracia ya existían
desde hace años; pero ahora han sido recuperados, actualizados y puestos en
valor por estos movimientos de indignados.
Aunque la mayor parte de las
propuestas de los diferentes grupos temáticos abundan en cuestiones
procedimentales u organizativas en el ámbito político o económico. La crisis ha
hecho mella en los más jóvenes, en los parados, en los jubilados y en sectores
dependientes de la sociedad, por ello los temas de resolución de problemas a
corto plazo tienen ahora mayor protagonismo que otros temas más a largo
plazo. Las acciones reivindicativas o de
denuncia son muy concretas y específicas.
Pero también les interesan otros
ámbitos: la educación, la sociedad y sobre todo el medio ambiente. El ecologismo
se ha globalizado en los últimos años, no solo como una idea romántica extraída
de los años sesenta o setenta; sino como una herramienta de lucha contra el
capitalismo agresivo que acaba con el medio natural y contamina la atmósfera.
El ecologismo político es otra de las señas de identidad del movimiento
indignado.
En general, muchas de las ideas
que pululan entre los indignados están recogidas en los programas de las formaciones
políticas desde hace años, especialmente en formaciones de izquierdas. Pero
muchas otras de las ideas son fruto de su propia creatividad, son nuevas. En
gran parte el origen de esas ideas han
surgido en el ciberespacio de las redes sociales de forma espontánea.
Su forma anárquica de trabajo y
su carácter marcadamente asambleario hace imposible definir por el momento la
teoría de la nueva democracia participativa. Aun está en construcción. Por ello
algunos partidos políticos nuevos están
tratando de buscar un espacio de transición entre la antigua y nueva democracia
a la espera que esta última cobre forma.
Algunos políticos españoles ya hablan de una “segunda transición” cuya meta final es un cambio general del
régimen político plasmada en la reforma de la Constitución de 1978.
Su tarea es profunda e intensa. Tienen
que lidiar contra aquellos que no están dispuestos a aceptar una nueva
democracia; pero también en las propias filas, hay muchos debates donde se ven
contradicciones sobre que modelo adoptar, como trabajar, como actuar, como
vivir. En algunos temas hay aun auténticos conflictos, como por ejemplo:
¿Monarquía o República? ¿Estado nacional o plurinacional? ¿Autonomismo o
federalismo? ¿Estado laico o aconfesional? ¿Listas electorales abiertas o
cerradas? ¿Computo por votos emitidos o por distribución proporcional de escaños? ¿Privatizaciones o
nacionalizaciones de empresas?, etc.
La heterogeneidad de los
movimientos impide en muchos casos ponerse de acuerdo sobre determinados temas.
La falta de una cultura política y de un pésimo sistema educativo contribuye
a no poder dar aun una definición clara de lo que se entiende por “democracia
participativa”.
Aun están en sus inicios, por lo
que es probable que los cambios tarden en plasmarse en el mundo real. A nivel general ya se están viendo algunos
cambios como la victoria de Tsipras en Grecia, o la abundancia de nuevos políticos
jóvenes en la Euro cámara. Poco a poco
va conformándose esta nueva democracia.
Los casos de corrupción están
haciendo mella en los partidos clásicos, las viejas ideologías van
desapareciendo, las distinciones entre derechas e izquierdas se están diluyendo
poco a poco. Nuevos mensajes, nuevas ideas están calando en las bases sociales
de los partidos políticos clásicos que progresivamente se ven impelidos a
integrarlos en sus programas e ideario.
En algunos casos ha habido trasvase de votantes, en otros indignación
por lo que ocultaban en sus cúpulas, en
otros se aventuran ya cambios generacionales en las cúpulas de los partidos.
Al igual que el cambio climático,
la marea de indignación va impregnando la sociedad, la política, la economía,
la cultura y la religión. Como en otros
periodos históricos quizás debamos dar carpetazo a la “Edad Contemporánea”
e iniciar una nueva era que podríamos denominar “Edad de la Globalización”.
Los cambios han llegado y están
aquí para quedarse. Debemos prepararnos para asumir cambios en nuestro modo de
vida a partir de ahora.
R.I.P Bretton
Woods….
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