“Yo soy tu padre”… Espiritualidad Star Wars para el siglo XXI
Con esta mítica frase pronunciada con la voz profunda de un carismático Constantino Romero en la versión española, la saga Star Wars creada por George Lucas en 1977 se convirtió en una serie de culto a nivel mundial. Podría decirse que los orígenes de la globalización comenzaron con la serie. Este año se estrena el capítulo 7 “El despertar de la fuerza” en el orden natural de las cosas y merece la pena acercarse a su lado más espiritual (o “Jedi”).
La saga se muestra como aquellos libros de caballería que nublaron la imaginación del bueno de Alonso Quijano. Doncellas condenadas y salvadas por el caballero andante, cruzadas santas en busca del Santo Grial, héroes que se enfrentan a poderosos dragones, las andanzas del mítico rey Arturo y el intrigante mago Merlín. Muchas narraciones, leyendas y mitos europeos se entremezclaron en el guión de la serie con notable maestría.
Pero la serie también esconde un universo espiritual sincrético y común a muchas concepciones religiosas terrícolas. Hay una gran carga de cristianismo europeo y judaísmo norteamericano; pero también guiños a la espiritualidad de los grandes maestros orientales, especialmente a las enseñanzas de Buda, Lao Tse y Confucio.
La serie está principalmente dirigida al público adolescente y juvenil. Los años sesenta y setenta en Estados Unidos habían sido un revulsivo para una juventud acomodada en el materialismo que le ofrecía el modo de vida americano posterior a los años 50.
La juventud en los setenta al amparo de las protestas por la controvertida Guerra de Vietnam había iniciado un proceso revolucionario de liberación generacional y de ruptura general con el sistema establecido. Buscaban una nueva frontera, un nuevo mundo, una nueva sociedad. La espiritualidad hindú y tibetana les atrajo como vehículo para la revolución en marcha. Este neo orientalismo casaba muy bien con los desastres de la Guerra de Vietnam y en general con todas las guerras emprendidas por Estados Unidos.
De la Guerra de Vietnam inició en los sesenta aunque con mayor incidencia en los setenta la reivindicación social. El “Movimiento Afro-americano” contra la discriminación racial en los Estados Unidos o el “Comité Estudiantil de Coordinación de la No violencia” iniciaron el camino. Junto a estos grupos surgidos en los sesenta y muy activos en los setenta, estaba también el grupo feminista “Organización Nacional de la Mujer” que logró que el Congreso de Estados Unidos aprobase en 1972 una ley de igualdad de derechos entre ambos sexos. Le siguieron los grupos étnicos: La comunidad Latina, los “nativos americanos”, los movimientos juveniles de contracultura (“la generación de Woodstock”), los ecologistas, etc…
En este ambiente underground generalizado, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, surge la idea de Stars Wars. Toda aquella contracultura juvenil estaba degenerando a finales de los setenta en un problema para los poderes establecidos. La libertad como base de la democracia y sus valores estaban siendo “amenazadas” por una sociedad desclasada, sin valores y cuyo único afán era proclamar a los cuatro vientos aquel lema histórico de “Sexo, drogas y Rock and Roll” (Ian Dury and the Blokheads, “What a Waste”, 1977) ampliamente difundido por la industria del cine y la música.
El ambiente nihilista, hedonista, materialista y destructivo en el que había degenerado la juventud necesitaba ser combatido con la “fuerza” de una nueva espiritualidad.
El público norteamericano sentía y siente la religión en su sentido clásico desde su fundación: como una fuerza invisible que le hace desear el bien a todo ser vivo. La justificación por la fe hace que todos los seguidores de la “fuerza” se preparen concienzudamente para entender su particular misión. El determinismo religioso calvinista está presente en “la fuerza”. Los caminos para adquirir esta fuerza son variados (como diversas son las organizaciones, comunidades y congregaciones religiosas estadounidenses) pero el objetivo común a todas ellas es superar el sufrimiento humano (aquí conecta con la espiritualidad oriental, también presente en los Estados Unidos).
En esta concepción religiosa, la “amenaza” del mal provoca alteración del ánimo en la sociedad norteamericana. Los sectores más desfavorecidos de la sociedad norteamericana, azotada por las crisis económicas de la década de 1970, se proponían acabar con el “American way of life” establecido en los años cincuenta en Estados Unidos. Este modelo, estaba basado en una concepción fundamentalista del capitalismo financiero y del liberalismo dogmático que prometía una “sociedad del bienestar” idílica de la que únicamente gozaron unos pocos magnates y políticos.
Este miedo provocó odio y deseo de venganza; lo cual generó indignación y enojo en la sociedad. La reivindicación, la violencia, los estados de tensión entre comunidades étnico-religiosas, los enfrentamientos con las fuerzas del orden. Todo ello generó un estado de ira social contenida, la cual si no se ponía remedio; podía dar lugar a un grave conflicto social descontrolado.
La propuesta espiritual de George Lucas en Star Wars, estaba basada en recuperar los valores espirituales que conformaron la democracia estadounidense en sus orígenes. Valores extraídos por los “padres fundadores” tanto de la Biblia, como de las obras de los autores clásicos grecolatinos. Pero también nuevos valores contraculturales contemporáneos positivos procedentes de los movimientos underground, del hinduismo y del budismo, muy de moda en la época.
Para vencer a la “Amenaza” lo mejor es fortalecer el espíritu a través de la Fe. El retorno a una espiritualidad de conversión lleva a creer que un mundo mejor es posible. Volver a los orígenes es una forma de redención personal y de resurrección de la sociedad ideal. Desear el bien es la mejor forma de convertirse en “Jedi”, en un fiel seguidor de la “Fuerza”. Ser un seguidor de la “fuerza” exige entrenamiento, exige disciplina, exige liberarse de aquello que te hace sufrir o que te provoca daño, exige purificarse llevando una vida sana y de oración. Exige humildad, paciencia y constancia en su empeño.
Valores como la misericordia, la solidaridad, la amistad, el amor, la fraternidad, la caridad, la piedad están presentes en un “Jedi”, en un seguidor de la “Fuerza”. Cada “Jedi” tiene una misión predeterminada en la vida. Pero es humano y por tanto sujeto a las debilidades humanas, a la tentación que provoca la atracción del “lado oscuro” como le ocurrió a Anakin Skywalker.
La histórica lucha entre Darth Vader y Luke Skywalker, padre e hijo, es una manifestación de la lucha intergeneracional entre unos adultos reconvertidos en dictadores y unos jóvenes que se rebelan contra sus padres en busca de su propia identidad. La falta de valores y referencias en la juventud provoca la pérdida de identidad en ellos. Éstos rápidamente buscan otras referencias con las que identificarse y no siempre están en el lado positivo de la Fuerza.
La “Guerra de las Galaxias” de Lucas es sin duda un modelo ético para educar a los adolescentes y jóvenes de todos los tiempos como hacía Confucio en China. También un modelo espiritual para los adultos que induce a la reflexión y a la búsqueda ética del bien común.
Hoy criticamos la ambición, la corrupción, la arrogancia, el deseo de poder, el deseo de riquezas, la falta de libertad, el antisemitismo, la islamofobia, la misoginia, la xenofobia, el racismo, la explotación y violencia sexual, la pederastia, la homofobia, el infanticidio, el materialismo y el relativismo moral. Muchas de estas críticas son la base para la reivindicación social y política de nuestras sociedades avanzadas; sin embargo no parece haber voluntad de ponerles remedio.
Los actuales movimientos civiles, sociales y politicos están tratando a través de una nueva forma de hacer política buscar los valores esenciales que conforman la sociedad, el bienestar, la justicia, la paz, y sobre todo superar el sufrimiento humano en un sentido transversal y comunitario.
Dentro de unos días se estrena el nuevo capítulo de la saga Star Wars, curiosamente en medio de una nueva situación de crisis generalizada. La “amenaza” del terrorismo internacional; así como del fundamentalismo capitalista, del liberalismo dogmático, parecen haber despertado de nuevo al “Lado oscuro”. La orden de los caballeros Jedi debería reiniciar su actividad para restaurar la “Fuerza”.
Resulta curioso y coincidente que el Papa Francisco I haya proclamado precisamente el Año Jubilar de la Misericordia poco antes del estreno del capítulo VII de Star Wars. Es como si la “Fuerza” comenzara a recomponerse desde la óptica espiritual y volviera de nuevo a “acompañarnos”:
“Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre. Es por esto que he anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (Francisco I. Bula “Misericordia Vultus”, 2015)
El concepto de “Misericordia” del que hace gala el Papa en su bula de convocatoria del Jubileo se acerca bastante conceptualmente al corpus de valores y principios que la orden Jedi exige para sus caballeros en la saga. Misericordia significa compadecerse o sentir lastima por aquel que sufre, tiene miedo, odia o siente ira. Para un creyente la misericordia es una forma de sanación espiritual basada en el poder de la Fe.
Estamos hablando de espiritualidad. La misericordia es una actitud ante la vida que surge de una creencia. Para el no creyente la misericordia es algo que provoca debilidad y que es políticamente incorrecto. En un mundo dominado por la cultura belicista e imposición de culturas foráneas, la misericordia es un elemento anómalo, revulsivo, provocador. ¿Cómo se va a sentir misericordia con aquellos que asesinan y matan? ¿Cómo se va a sentir misericordia contra aquellos que destruyen nuestro modo de vida?
Se siente misericordia si se tiene en cuenta que la ira de los que asesinan y destruyen tiene una causa humana: el sufrimiento padecido con anterioridad por parte de estos agresores. Recuerden que el miedo conduce al odio y el odio a la ira. El miedo es una alteración del ánimo ante la inminencia de un riesgo o un daño.
La pobreza, la desigualdad, la falta de identidad, de principios y valores vinculados a la dignidad humana están en la base de ese riesgo y en la causa de ese daño. Si se eliminan estas causas, el miedo desaparecerá y el odio no tendrá sentido. Esta es la receta para la paz: eliminar el miedo. Para eliminar el miedo debemos trabajar para superar el sufrimiento humano. El miedo no se combate con las armas. Hay que ir a las causas que generan ese miedo.
El creyente siente la “Fuerza” de la Fe y no tiene miedo, porque esta “Fuerza” (Llamémosle para entendernos, Dios) siempre le “acompaña” en su vida diaria, allí donde esté y en tiempo real. Para combatir al mal es preciso sentir misericordia por sus actores, aunque suene raro y políticamente incorrecto. Por ello, buscar el bien, el amor y la paz es una buena forma para ser un buen caballero “Jedi” y por supuesto un buen creyente.
Como diría el maestro Joda:
“Difícil de ver el futuro es. Pues en movimiento siempre está”
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