Reinhart Koselleck. La historia como experiencia vivida y expectativa de futuro.






Reinhart Koselleck (1923-2006)  revolucionó el mundo de la historia con sus teorías sobre el tiempo histórico que se empleaba a la hora de computar la evolución histórica en las investigaciones profesionales.

Para Koselleck el historiador usa diferentes fuentes de información para documentar su investigación. Pero durante la lectura de dicha fuente observa dos cosas: por un lado los datos relevantes para su estudio; pero por otra datos que informan sobre el autor de dicha fuente, su modo de pensar, sus creencias, su posición política, su ideología, su visión del mundo o de la sociedad en la que vivió.

Esta doble información  revela un mundo pasado que en muchos casos es diferente de la vida del historiador.  Por tanto la interpretación que el historiador hace de las fuentes consultadas está también sujeta a su propia experiencia vital.   Para poder explicar la historia a partir de toda la información consultada, el historiador en realidad está creando  un conocimiento nuevo y creando conceptos nuevos entendibles en el presente.  Está creando una nueva perspectiva de la historia conocida hasta entonces.

El historiador se convierte en creador de conceptos históricos. Conceptos que otros historiadores usarán para sus propias interpretaciones de la historia posteriormente.  Pero esos mismos conceptos irán también evolucionando en el tiempo por agregación de nuevos conocimientos. 

Toda esta operación conceptual es la que posibilita al historiador relacionar acontecimientos y a tener una visión global de los hechos históricos.  Con esta teoría de los conceptos históricos, Koselleck afirmaba que en realidad los acontecimientos históricos, o el hecho histórico, se construyen de la interpretación que hace el historiador a partir de las fuentes en la que se basa para desarrollar su investigación.  Es decir, la historia se  construye a partir de lo que las fuentes nos cuentan del pasado. 

Ahora bien, la selección de fuentes está determinada por la naturaleza de la investigación. Ahí es donde entra en juego la metodología de las ciencias sociales.  Una persona histórica tuvo su propia vida personal como individuo, es decir vivió en una época determinada, vivió en un lugar concreto, en una sociedad concreta, en un contexto concreto.  Su propia historia se enmarca dentro de una historia mayor que trasciende su individualidad: es la historia de su familia, vecindario, municipio, región y estado.

Un historiador que quiera estudiar la vida y obra de esa persona o su influencia en un acontecimiento histórico concreto debe abarcar muchas disciplinas, para poder retener la información relevante para su investigación. Por tanto el trabajo de un historiador ha de estar necesariamente sometida a una metodología científica, multidisciplinar y de trabajo en equipo o en red. 

Una de las cuestiones que más controversia siempre genera es la percepción que el historiador tiene de la historia.  Según Koselleck, la ilustración europea trajo consigo un nuevo lenguaje que cambió la perspectiva de la historia para siempre.  Cambió la percepción conceptual del tiempo.  Muchos consideraban que el tiempo se había acelerado, que los cambios se producían de forma muy rápida. El cambio revolucionario fue tan grande, que muchos vieron en poco tiempo como el pasado quedaba atrás casi difuminado en la bruma de la historia. Muchos vieron en el invento del ferrocarril el progreso de la nación, mirando siempre hacia el futuro, avanzando, llegando a nuevas metas, a nuevas fronteras.

 El cambio de paradigma en la percepción del tiempo y espacio llevó a muchos pensadores a crear nuevos lenguajes que fueron creando lo que hoy llamamos ideologías. Las ideologías influyeron en la percepción de los  historiadores a la hora de analizar sus fuentes.

Muchos optaron por estudiar aquellos procesos que a su juicio eran similares a los que el historiador estaba viviendo (historia comparada). Ante este análisis histórico, el historiador acomodaba la información de las fuentes a su propia ideología (activismo), creando así una falsa historia de lo acontecido. Un único documento podía ser la prueba esencial para justificar que se tenía razón, la prueba esencial para derrotar intelectualmente al rival.  

Koselleck y otros historiadores científicos consideraban – y consideran -  que la historia no debe ser utilizada para justificar intereses propios de “singulares colectivos”; sino que debe ofrecer un conocimiento real sobre lo acontecido en base a las distintas fuentes consultadas, a su propia experiencia profesional y a la experiencia profesional de otros profesionales con los que suele trabajar.

En cierta forma Koselleck introduce el cambio de metodología en la historia, pasando de ser ésta una disciplina humanística a ser considerada una ciencia social con principios, métodos y técnicas propias.  Lo más importante que saco de Koselleck es el valor de la experiencia, la retención de información relevante y el análisis multidisciplinar necesario para tener una perspectiva histórica acorde con el objeto de estudio realizado.  El conocimiento que se tiene de la historia ha de ser  concordante con la propia historia acontecida.

Es interesante sacar a colación esta teoría de los conceptos históricos de Koselleck  (con las reservas debidas a los críticos de Koselleck) ante el uso erróneo que hoy se hace de la historia en la actualidad.

Ese uso erróneo tiene a mi juicio varias causas históricas: por un lado la educación recibida y por otro  el contexto cultural en el que uno ha vivido. El receptor del conocimiento histórico ha tenido una educación determinada que le ha hecho ser quien es, que ha determinado su personalidad, su mentalidad, su ideología, sus creencias o su visión de la vida. 

Un ejemplo de ello es el caso de España. La influencia de la educación religiosa ha sido determinante para muchas generaciones. La perspectiva histórica de la Iglesia Católica ha ido íntimamente relacionada con la doctrina de la “historia de la salvación”.  Según esta doctrina, Dios es el artífice de la creación del mundo y de la humanidad. A lo largo de la historia, Dios ha intervenido en la vida de los seres humanos y aún hoy lo sigue haciendo. Su intervención en la historia es la propia de un guía espiritual que conduce al ser humano hacia la salvación de su alma. Conocer la historia es confirmar la presencia de Dios y dar validez a su mensaje atemporal.

Esta perspectiva histórica-catequética de la Iglesia Católica arraigó durante mucho tiempo en las conciencias de los españoles y aún lo sigue haciendo.  La historia vista por la Iglesia en muchos casos no se corresponde con la perspectiva histórica-científica secular.  Porque el objetivo perseguido es muy diferente.

La función de la historia-catequética es enseñar doctrina religiosa a los catecúmenos y a los fieles en general en su misión de valorar las creencias fundamentales. Ha de hacer hincapié sin duda en los aspectos teológicos de la historia, usa la metodología propia de la Teología. Lo importante para la Iglesia es descubrir en el acontecimiento histórico la “mano de Dios” distinguiendo claramente quienes son los que siguen a Dios y quienes se alejan de Dios. Esto nos lleva a la dualidad cristiana entre “ángeles y demonios”, entre “el bien y el mal” presente en toda la historia, doctrina y literatura cristiana.  

 La función de la historia científica secular es visibilizar el conocimiento que tenemos de los acontecimientos históricos a partir de las fuentes disponibles y del análisis historiográfico realizado en un entorno científico.  El historiador cuenta lo que ocurrió en el pasado. Ese es su objetivo principal.  El historiador deja al receptor de su trabajo la libre interpretación del resultado. No trata de influir o cambiar al receptor de su trabajo, sino de aportarle un nuevo conocimiento.  

La historia científica siempre está abierta a nuevos descubrimientos y a nuevas experiencias científicas.  La historia es un proceso vivo, hoy estamos haciendo historia con nuestra experiencia vital.  

Estas expectativas sobre el resultado de las investigaciones históricas ha sido determinante para entender el devenir histórico de las mentalidades e ideologías surgidas entre el siglo XVIII y la época actual.  El debate entre “Razón y Fe” surgido en la ilustración francesa y continuada en el debate entre "evolucionistas y creacionistas" en el mundo liberal anglosajón en el siglo XIX (sobre todo a partir de la publicación del libro “el origen de las especies” de Charles Darwin),  marcó la diferencia entre “lo antiguo y lo moderno” ya en el siglo XX. Una diferencia esencial que tuvo mucho impacto en la cultura de los siglos XIX, XX y en lo que llevamos del siglo XXI.

Por tanto la historia sirve tanto al mundo científico (experiencia), como a la sociedad (expectativas). Un buen uso de la historia es aquel que la percibe en su justa medida, como algo ya acontecido,  del cual se puede extraer experiencias positivas que pueden marcar nuestras expectativas acerca de nuestro futuro.  Una cosa es aprender del pasado para no cometer los mismos errores; otra muy distinta es usar la historia para fines distintos de los esperados inicialmente.

Muchos hoy juegan a ser historiadores sin tener el mínimo conocimiento de la metodología histórica  y científica.  Podemos ver a menudo como en las redes sociales y en los medios de comunicación  suelen darse por válidas muchas teorías históricas, supuestamente enunciadas por historiadores profesionales. Un análisis científico más detallado comprueba los errores cometidos o desvela la inconsistencia de las fuentes usadas. Hay mucho “corta y pega” por la red.

También se ha querido presentar como divulgación histórica o como teorías históricas serias y ciertas,  teorías conspiranoides y ufológicas hechas por pseudo historiadores con más imaginación que pensamiento racional. Está bien para entretener, para divertirse y para tener programas con mucha audiencia;  pero no refleja la historia científica de lo que se está contando.

Si uno va a los estudios científicos observa como los “misterios” observados en estos programas, son en realidad fenómenos que si tienen una explicación científica comprobable.  A veces estos aficionados a la historia se adelantan a los resultados de las investigaciones científicas que se están llevando a cabo, dando como ciertas hipótesis que aun no han sido validadas.  Sus teorías por lo general están basadas más en la especulación, que en la presentación de pruebas sólidas. 

La verdadera divulgación científica de la historia es la que se produce en el curso de una investigación científica seria, como adelanto de lo que se está investigando en ese momento, o de las hipótesis que por el momento están sobre la mesa para general conocimiento de la sociedad. La divulgación científica ha de entenderse como la transferencia de conocimiento del mundo académico a la sociedad.


La historia es en definitiva una “mochila” llena de conocimientos útiles,  de donde se pueden obtener experiencias positivas. En una época en la que se necesitan ideas, podemos tomarlas de la historia; pero siempre en su justa medida, adaptándolas al mundo actual y ateniéndonos a los que nos exponen los expertos en la materia: los Historiadores.  


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