África, la tierra de las oportunidades






A menudo se asocia África con la pobreza, a juicio de muchos románticos aun África forma parte del llamado “Tercer Mundo” tratando  a sus habitantes  como si de extraterrestres peligrosos se tratasen.

Es cierto que desde la descolonización en los años 60 y 70 del siglo pasado, muchos países habían caído en la espiral de inestabilidad que daban los regímenes dictatoriales o en guerra civil permanente.  Esta inestabilidad generaba problemas de toda índole a su población que la hundía cada vez más en la pobreza extrema. La desconfianza y cierta perspectiva neocolonialista extranjera provocaron que  África quedara descartada en la llamada “globalización”.

A África solo iban los cooperantes, los misioneros, las monjas y religiosas, y los voluntarios de las ONG’s;  su trabajo paso en muchos casos desapercibido por el gran público. Los estados occidentales contribuían económicamente con su exigua cuota pactada en programas de ayuda al desarrollo y cooperación  en aquellos estados considerados habilitados para la firma de acuerdos bilaterales. 

Fuera de este ámbito y del diplomático ordinario, los estados se inhibieron de las cuestiones más relevantes.

Los cooperantes, las organizaciones sobre el terreno y los voluntarios se integraron en las sociedades africanas descubriendo dos aspectos contrapuestos de las mismas: por un lado la enorme pobreza estructural existente a simple vista, la carencia de lo más básico para la vida, la imposibilidad de avanzar en su desarrollo con los medios disponibles en origen; por otro, la incapacidad gubernamental de estos países para cambiar su situación. La corrupción era sistémica y trabajar en dichas condiciones era bastante complicado.

Muchos voluntarios no lo soportaron y regresaron a Europa. La presión ejercida por los gobiernos locales hacia sus poblaciones provocó que gran parte de la población activa de estos países se decidiera emprender el peligroso viaje hacia Europa en busca de una vida mejor. Las avalanchas periódicas  y constantes de inmigrantes  hicieron reaccionar a los líderes europeos, que lejos de solucionar el problema lo agravaban con políticas de seguridad similares a la de regímenes totalitarios. Y en esas seguimos por desgracia.

Los que se quedaron en África redoblaron sus esfuerzos y con más imaginación que recursos lograron aportar su granito de arena a la mejora de estas sociedades.

En la mayoría de los casos el desarrollo provino de la cultura emprendedora de sus pobladores. Comenzaron a aparecer pequeñas iniciativas empresariales en el ámbito de la agricultura y la industria manufacturera. Muchas de estas iniciativas contaron con apoyo financiero exterior no gubernamental y pudieron convertirse en pequeñas empresas que contribuían al desarrollo local aportando trabajo y riqueza a sus pobladores. Muchas ONG’s que trabajaban en el terreno contribuyeron a su desarrollo y expansión con planes educativos y de formación profesional.

Después llegaron los microcréditos a bajo interés y finalmente los estados (aquellos que eran más estables) se fijaron en ellas como motor de la economía regional o nacional. La incorporación de las redes inteligentes y la mejora de las redes de telecomunicaciones, permitieron a muchas de estas microempresas vender en el mercado global a través de las grandes plataformas virtuales.

Aquellos países que han mantenido acuerdos de cooperación internacional al desarrollo, han podido mejorar sus infraestructuras esenciales y abrir el país a la comunidad internacional, lo cual ha favorecido el conocimiento y el desarrollo de sus países.

Como vemos no todo queda en la economía, hay un componente social y humanitario que es sumamente importante, que a menudo suele ignorarse u ocultarse.  



A África podemos hoy ayudarle comprando sus productos, podemos ayudarle conociendo su cultura y a sus gentes, podemos ayudarles de mil maneras distintas, bien directamente, a través de ONG’s sobre el terreno, a través de cualquier iniciativa pública o privada. Hay infinidad de proyectos a los que podemos desde Europa ayudarles o al menos difundirlos.

Gracias a la tecnología, hoy podemos trabajar en tiempo real con muchas empresas y colectivos sociales africanos, de la misma manera que lo hacemos con las de Latinoamérica, sudeste asiático y de otros continentes.

La tecnología nos interconecta (proyecto “Connecting Africa”), nos comunica y nos ayuda a entender mejor la realidad cotidiana de los africanos.  El conocimiento de otra cultura, hablar otras lenguas o conocer a otras personas refuerzan los lazos entre ciudadanos en un marco democrático respetuoso con los derechos humanos. Contribuye a erradicar la xenofobia y el racismo en nuestras sociedades.

La tecnología usada en África es ya accesible a amplias capas de la población debido a su bajo coste. Los gobiernos están invirtiendo en mejorar la infraestructura de telecomunicaciones como estrategia de estado. Necesitan mejores comunicaciones para avanzar. La promoción de dichas tecnologías va acompañada de campañas de capacitación y de formación en cultura emprendedora. Pero también permite poner a sus países y ciudades en el mapa turístico del mundo. 

Muchas empresas locales están promocionando experiencias culturales en la actual África, más allá del típico safari.  Se promociona la cultura tribal (presente, pasada y futura), las manufacturas locales (que dan trabajo a muchas familias) y el magnífico sistema de protección medioambiental, de la que África es hoy líder mundial. 

En el terreno de lucha contra el cambio climático y de conservación de espacios naturales tenemos los europeos que aprender mucho de África. Por ejemplo, muy poca gente sabe que gran parte de los residuos generados en Europa (papel, cartón, plásticos, residuos electrónicos….) se aprovechan con notables resultados en África. La gestión de residuos (a través de empresas especializadas africanas) es hoy uno de los negocios más rentables de África y que generan un mayor número de puestos de trabajo.

Por tanto hay esperanza para el cambio de rumbo de las migraciones que llaman a la puerta de Europa.  Si se actúa con la cabeza y también con el corazón en África, se podrá ayudar a todos estos migrantes a salir adelante con sus propios medios y en sus propios países. La política europea debe ir al centro de la cuestión: acabar con los regímenes que generan inestabilidad y proclamar la tolerancia cero contra aquellas potencias que aun hoy pretenden colonizar África.

Hay que acabar con la corrupción y las mafias. Hay que ayudar a los gobiernos africanos a consolidar su estado de bienestar. Y para eso no solo hay que rascarse el bolsillo en cooperación; sino también tener voluntad de ayudar a nuestros vecinos africanos en lo que podamos. Europa no puede inhibirse de África, ni puede mirar para otro lado.

Cambiemos la imagen del negrito hambriento de África como la de un continente que renace de sus cenizas como una tierra de oportunidades. África fue la cuna de la humanidad, no debemos olvidarlo. No podemos darles la espalda.



Comentarios

Entradas populares