Fuimos extranjeros en tierras extrañas…
A menudo en el debate migratorio
se suele tirar de tópicos y de propaganda interesada por parte de aquellos que
ven la migración como un problema de seguridad nacional, de fronteras, de
convivencia, de dinero o de conflicto religioso. Muchos se dejan embaucar por
los profesionales de la propaganda ideológica y política, siempre a la caza del
incauto.
Reproducen hasta la saciedad
eslóganes pegadizos y atractivos, forman grupos de presión en las redes, atacan
sin pudor a aquellos que alzan la voz en defensa de los derechos humanos, en
defensa de la paz, de los menores y en defensa de la mujer como si les fuera en
ello la vida. Por desgracia en muchos casos con actitudes agresivas, fanáticas,
xenófobas y racistas que recuerdan en mucho a la propaganda Nazi de J. Goebbels.
Ello me induce a plantearme unas
preguntas: ¿En estos 40 años de supuesta democracia, no hemos aprendido nada de
respeto al que es diferente y piensa de manera diferente? ¿No hemos aprendido
nada del verdadero significado de la democracia y de los derechos humanos? ¿En
qué ha fallado la sociedad española para permitir estas situaciones y estos
discursos anti democráticos?
Sin darnos cuenta el fanatismo de
los cuarenta años anteriores a los cuarenta años de democracia, ha pervivido en
la memoria colectiva de algunos españoles. Son muchos los que opinan que hay
que fomentar el odio al extranjero por el simple hecho de serlo, o el odio al
que no es de su ideología o su creencia, por el simple hecho de pensar o creer
de manera diferente. Pero son inesperadamente muy activos, ruidosos y
contundentes.
En tiempos de revisionismo
histórico no académico, la historia se retuerce de tal modo que siempre tiene
que haber buenos y malos, indios y vaqueros, ángeles y demonios, es como si
para justificar la existencia de uno, tiene que haber necesariamente un
contrario al que condenar, juzgar y condenar sin mediar proceso alguno. La violencia es siempre justa, si el fin es
el deseado por quien la ejerce.
Pero encima a aquellos que estamos sensibilizados con la
humanidad de los inmigrantes se nos trata como demagogos, sensibleros, cobardes
y débiles, como si fuéramos enemigos de la Patria, la religión y de no se sabe
que más chorradas. La idea que en muchos
casos subyace es la incultura y la falta de una adecuada educación en valores
democráticos y humanitarios en la sociedad española. Por otra parte, los equipos de propaganda de
los partidos políticos y la
ideologización de los medios de comunicación se aprovechan de este déficit real
que tiene la sociedad española, para hacer caja con sus seguidores y audiencia
sin el más mínimo pudor.
Al final todas estas actividades
malsanas crean un clima de conflicto en la sociedad española poralizándola
entre “buenos y malos españoles”. Y No
hablemos de la religión, curiosamente los más fanáticos se convierten por obra
de birlibirloque en los adalides de la religión católica convirtiendo a sus
detractores en “enemigos de Dios y de la
Iglesia”, todo ello sin mostrar el mínimo rasgo de misericordia y caridad
hacia el inmigrante.
Para el fanático todo inmigrante
es un terrorista yihadista en potencia; todo inmigrante es portador de las
enfermedades más contagiosas; todo inmigrante musulmán es malo por naturaleza.
Los anti inmigrantes son
generalmente personas incultas,
irrespetuosas y mal educadas. No se
molestan en indagar la realidad de las cosas, se dejan llevar por argumentarios
prefabricados, por tópicos ancestrales, por condenar actitudes del pasado que
ya no existen realmente y por grupos de presión cuyas ideas nada tienen que ver
con la realidad. Para ellos todo inmigrante (pobre) es un ser inferior al que
hay que civilizar, aunque sea a golpes.
A Ellos les da igual que millones
de inmigrantes mueran durante sus largas travesías continentales o ahogados en
el mediterráneo. Para ellos son solo
cifras estadísticas sin el menor interés.
Pero si sale en las noticias es un buen arma arrojadiza en el debate
político sobre inmigración y en el interés electoralista por minar la
credibilidad del gobierno de turno. Una vez pasa la noticia, pasa del tema
y a otra cosa mariposa.
Gastar dinero en inmigración es
para ellos como arrojar el dinero a un pozo sin fondo, por lo que se niegan a dar un solo duro para invertir en
ayuda al inmigrante. Sale más económico que mueran en el Mediterráneo, o que sean
otros países los que hagan el desembolso. Las fronteras en cambio si hay que
reforzarlas, para eso si hay dinero y no déficit. Hipocresía barata para
tiempos inciertos en los que vivimos.
Me encanta cuando un partido que
ha gobernado en el pasado afirma que lucha por mejorar la vida de los
inmigrantes en origen; cuando durante su mandato restringió al mínimo la ayuda
al desarrollo y cooperación internacional, por considerar que estábamos en
crisis y tenían que recortar. En cambio ese mismo partido si ganó durante la
crisis cantidades ingentes en venta de armas a países en guerra o con
conflictos latentes y gastó mucho dinero en reforzar las fronteras nacionales. Cosas
de la política española, la pela es la
pela y la cooperación en líneas generales no es rentable. Pero eso sí,
hacerse la foto con el “negrito”
famélico de turno es fundamental para captar votos. Así se mide por desgracia la inmigración en
España.
No es un caso específico de España,
recientemente lo hemos visto en Italia y en los Balcanes donde los inmigrantes
proceden de países en guerra (Siria) y de estados fallidos (Libia) a estos
refugiados, se les unen los inmigrantes llamados “económicos” los que huyen de
África a causa del hambre y el desempleo.
Todo ello genera una notable presión en el Sur de Europa.
La presión de la inmigración
genera a menudo actitudes como las que estamos viendo: xenofobia y racismo en
aumento; así como partidos de extrema derecha resucitados. La política
migratoria es prácticamente papel mojado o inexistente. Están fallando muchas cosas en la Europa del
siglo XXI.
La razón: Falta voluntad política
y coraje en afrontar con visión humanitaria la cuestión de educar a la sociedad
en valores democráticos y humanitarios. Hoy es necesario en España un pacto de
estado para sacar la inmigración del debate político, sería lo ideal. Seamos
pragmáticos y dejemos trabajar a los profesionales de las migraciones,
atendiendo sus reivindicaciones, mejorando sus infraestructuras y dignificando
públicamente su importante servicio prestado a la sociedad. Da igual el color
político cuando hay millones de vidas humanas en juego.
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