8 de marzo, día internacional de la mujer




En siglo XVIII la mujer era considerada un bien heredable, propiedad  primero de su padre y después de su esposo  y/e hijos varones. Carecían de todo tipo de derechos y se las consideraba menores de edad; por lo que su tutela estaba conferida jurídicamente al varón.  

Al ser una propiedad, podía comprarse (los matrimonios eran considerados negocios lucrativos, gracias a la dote, que era el pago por la compra de la mujer), podía ser violada o maltratada por su propietario y/o tutor (era legal),  podía ser vendida o asesinada a criterio de su propietario (padre, hermanos varones, maridos, hijos varones). 

En caso de adulterio, rebeldía o de negarse a obedecer a su propietario o tutor, la mujer era repudiada públicamente, enjuiciada, podía ser condenada (sin derecho a defensa) y socialmente se la consideraba una prostituta y quedaba excluida de la sociedad; lo cual significaba condenarla a la miseria de por vida.  No sólo ella, sino también sus hijos, los cuales eran considerados “bastardos”  sin derechos algunos.  Sus maridos adúlteros no eran condenados y podían seguir “fornicando” con sus queridas o amantes libremente.  

Antes en el siglo XVII surgió en Francia un grupo de mujeres que, bajo pseudónimo masculino (las mujeres no podían escribir libros porque estaba prohibido), comenzaron a pensar en la forma de liberarse y tomar conciencia de su situación. Marie Le Jars de Gournay y François Poullain de la Barre, fueron las mentes mas avanzadas. Aun no existía el feminismo, ni era una idea generalizada.

Eran mujeres intelectuales que consideraban intelectualmente que hombres y mujeres debían tener los mismos derechos civiles y las mismas oportunidades para progresar en la vida. Una idea muy revolucionaria para las mentes y conciencias de su época. A ellas, se les debe la denominación “feminismo”  (del francés “femme” e  “– ismo”), que dio nombre al movimiento social posterior.

En la Francia revolucionaria sus ideas se pusieron en práctica, naciendo así un primer movimiento feminista. Fueron las mujeres de París, a las que ante el desabastecimiento de pan en los mercados, provocaron el primer levantamiento social que dio paso a la revolución francesa (1789-1799).

Durante la revolución el feminismo tomo cuerpo en base a dos reivindicaciones principales: el derecho a sufragio y el derecho a poder divorciarse sin ser penalizado por ello. Es decir, el reconocimiento de la mujer como ser humano, como ciudadana libre  y con derechos civiles. Para ellas la igualdad entre hombres y mujeres era la primera meta a alcanzar. La cuestión del divorcio hizo aflorar un movimiento anti-feminista, que ensalzaba la superioridad “natural” del hombre sobre la mujer. Un primer machismo militante, que trató de ridiculizar a las mujeres feministas y actuar penalmente contra ellas. Las mujeres feministas comenzaban a organizarse en defensa de sus derechos.

 Durante el siglo XIX, en el que hubo una eclosión de los estudios  históricos y de la literatura clásica greco-romana y también oriental. Las mujeres intelectuales bucearon en la historia para encontrar ejemplos de heroínas olvidadas por los historiadores (entonces la historia iba de héroes y dioses masculinos).

Una de estas heroínas fue Hipatia de Alejandría, científica, pensadora, mujer de principios, creativa, respetada, escuchada, sentida por los hombres de su tiempo. Si en el antiguo mundo griego, se respetaba a las mujeres por su inteligencia; si en el antiguo mundo griego la democracia permitía la participación activa de la mujer en la sociedad, en la política y en la cultura; por qué entonces en la sociedad “moderna” no se permitía.

Esa fue una gran pregunta a la que difícilmente las corrientes intelectuales masculinas del momento podían dar una respuesta sincera. El feminismo no pretendía atacar al hombre; sino que éste en conciencia debía darse cuenta de su error al marginar a la mujer. La reivindicación de igualdad se convirtió en una de las principales banderas del feminismo primigenio hasta el siglo XX.

En 1903, Emmeline Pankhurst inauguró el “sufragismo” como una de las muchas corrientes de pensamiento feminista. En ese año se decidió a movilizar a las mujeres en reivindicación de sus derechos ciudadanos a poder ejercer el voto en libertad. Creó una especie de sindicato feminista denominado “Unión Social y Política de la Mujer” con el fin de canalizar las reivindicaciones como colectivo social.

Su manifestación en Londres impactó en toda la prensa mundial como algo pintoresco e inaudito.  Las mujeres habían desobedecido a sus maridos (los cuales les habían prohibido participar en los actos programados, por aquello del “decoro” social), se habían ataviado de cintas y parafernalia propagandista, organizando marchas reivindicativas por las principales calles de Londres.

Para los varones coetáneos,  una cosa era la excentricidad tolerada de las mujeres; otra distinta es visibilizar esa excentricidad fuera de los círculos sociales controlados. Aquellas marchas fueron consideradas un escándalo de grandes proporciones. En la alta sociedad londinense, que aún vivía con los estándares puritanos de la era victoriana, aquel escándalo solo tenía un culpable: el varón al cargo de la mujer manifestante, que no supo imponer su autoridad.  Muchos esposos o padres de sufragistas, fueron amonestados por ello. Muchas de estas mujeres fueron amonestadas por sus padres o maridos, muchas de ellas condenadas y repudiadas. El mundo no estaba aún preparado para el feminismo de carácter sindical y político.

Aquellas heroínas sufragistas pusieron un hito en la conquista de sus derechos civiles. A partir de estas marchas, el feminismo cobró fuerza como movimiento social y político en toda Europa.

El feminismo político encontró aliados en los sectores progresistas de la sociedad, hasta la II Guerra Mundial, el feminismo estaba próximo a las doctrinas sociales y democráticas del liberalismo (fundamentalmente dentro del laborismo). A partir de la segunda mitad del siglo, encontraron acomodo en los sectores del socialismo obrero y el sindicalismo obrero. El movimiento obrero, el movimiento  juvenil y el feminismo trazaron una alianza social y política basada en la reivindicación del derecho civil, derecho laboral y derechos humanos para toda la ciudadanía, tanto hombres como mujeres.  
  
En la actualidad el movimiento feminista forma parte inherente de la democracia parlamentaria. Hoy nadie cuestiona a la mujer en su papel de ciudadana o de ser humano. Hoy el sufragio femenino está equiparado al masculino.  En un siglo la mujer  es hoy una actora imprescindible en la sociedad. Ha dejado de ser el “sexo débil” para  convertirse en una ciudadana emprendedora, capaz de transformar la sociedad.

Se ha  avanzado mucho; pero aún queda mucho trabajo por hacer: Las mujeres consideran que el machismo existente, que sigue siendo una realidad pese a los avances conseguidos, sigue siendo una lacra intolerable en la sociedad contemporánea y democrática. La desigualdad entre hombres y mujeres, en el ámbito laboral, social y familiar,  es necesario eliminarla. La igualdad entre hombres y mujeres es una meta que aun debe coronarse. Es necesaria mayor implicación de la sociedad, pero también de las autoridades públicas y las empresas.

Una de las principales reivindicaciones de este año es  acabar con la violencia de género, diferenciándola de la violencia doméstica (que también es necesario erradicar). Las cifras de mujeres maltratadas, abusadas, violadas, asesinadas por sus parejas crecen cada año de manera exponencial.  

Hacen falta más medios públicos para prevenir y proteger a las mujeres; hace falta un nuevo sistema educativo, basado en valores cívicos, sociales y democráticos que prevenga esta lacra.  No se puede seguir mirando para otro lado, tergiversando u ocultando la realidad. Tampoco mercantilizar, ni apropiar, ni rentabilizar el voto, mostrándose a favor o en contra de esta lacra. Esta reivindicación no es ni de derechas, ni de centro, ni de izquierdas, es de simple lógica democrática.

Un país democrático como España, que va a ser la cuarta potencia europea tras el Brexit, y la decimocuarta del mundo, no puede permitirse esta lacra. Debemos dejar la cavernícola mentalidad decimonónica del “macho ibérico”  en el baúl de los recuerdos.  

Sería bueno que a nivel político e institucional se denunciaran públicamente a aquellas formaciones políticas o colectivas sociales que tratan de justificar el machismo o un pretendido suprematismo del hombre sobre la mujer. Al igual que el terrorismo, hay que marginar al machismo, restarle financiación, medios comunicación y eliminar a la base social de apoyo.  Ser demócrata es  ser favorable a los derechos humanos, sociales y civiles tanto de las mujeres como de los hombres sin exclusiones.



¡Feliz día internacional de la mujer!

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