Porfirio Smerdou, la figura recuperada y Villa Maya desaparecida
El 17 de octubre de 1936, el
“Honey Bee” de Mr. Hutchinson zarpaba de la bahía de Málaga rumbo a Gibraltar.
En el pequeño yate viajaban 30 personas, entre ellas mi madre. Ese mismo día
cumplía cuatro años. La llegada a
Gibraltar resultó apacible, con el mar en calma. Aunque el vetusto yate comenzó
a sentir el sobrepeso. Su motor se incendió y a punto estuvieron de naufragar.
La pericia de Mr. Hutchinson permitió atracar dentro del puerto de Gibraltar,
pese a no tener autorización para ello.
Tras solventar aquellos primeros momentos mi madre y sus acompañantes
pudieron descansar en la colonia. Fueron alojados en el Rock Hotel a instancias
de Mr. Hutchinson. Al día siguiente partieron hacia Sevilla y Jerez, donde se
produjo la reunificación familiar.
Habían pasado tres meses de
infarto. Ella había estado en su corta
vida cambiando de casa, Primero en la casa que sus padres tenían en calle
panaderos, después se fueron a vivir a Fuengirola, de donde tuvieron que huir
al comienzo de la guerra, los anarquistas de la FAI se la tenían jurada al
padre de mi madre y le quemaron la casa.
En Málaga se refugiaron en la casa de su tía abuela María Teresa, hasta
que sus padres fueron detenidos. Ella, sus hermanos Leopoldo y María Isabel,
junto a su tía buscaron refugio en “Villa Maya”, el chalé que poco antes había
alquilado Porfirio Smerdou en la urbanización el Limonar. Cuando llegaron el
lugar estaba atestado de personas y varios niños.
Porfirio Smerdou era pariente de
la familia de mi madre a través de su esposa Concha Bolín Altolaguirre. En ese
momento ejercía como cónsul honorario de Méjico. La gente pensaba que un cónsul
era alguien “muy importante” y que al igual que los embajadores tenía inmunidad
diplomática, algo que no era cierto. La incultura del momento ayudó a las
personas refugiadas en “Villa Maya” a seguir con vida y en lo posible escapar
de aquel tormento al que se habían visto implicados muy a su pesar.
La salida de Málaga no fue nada
fácil, eran muchos los trámites a seguir y después estaban los descontrolados
Comités de Salud Pública creados por gentes armada al servicio de aquellos
revolucionarios que no deseaban una república burguesa democrática; sino otra
obrera o de signo soviético. Como en toda época, los había también antisistemas
y oportunistas.
La familia de mi madre no era
especialmente entusiasta de los extremos, eran de derechas, católicos y como se
decía entonces “de buena familia”. Tenían como todas sus ideas y opinaban en
consecuencia. No eran antisistemas ni promovían cruzadas contra los que
pensaban de manera distinta. El abuelo de mi madre aconsejaba a sus hijos “no
os metáis en política”. El estaba muy acostumbrado a tratar con “señoritos y
campesinos, con jornaleros y oficinistas” Respetaba la pluralidad de ideas,
pese a ser una persona importante en la vida social de Málaga además de
ostentar un título nobiliario (algo muy útil en la época). De espíritu
constructivo y dialogante.
Evidentemente no estaba conforme
con la deriva que estaba tomando la política, porque prácticamente uno tenía
que posicionarse o era señalado con el dedo acusador por aquellos extremistas
que no concebían que en una democracia la libertad de expresión y opinión es
algo consubstancial. Ególatras del pensamiento único que fueron en gran medida
los impulsores de la guerra civil.
En “Villa Maya” la vida de una
niña de tres años transcurría entre juegos e imaginación, mi madre al
preguntarle sobe sus vivencias, no se acordaba de nada dada su corta edad
cuando estuvo allí refugiada (Julio-octubre de 1936). Los padres de los niños que allí había se
preocuparon de entretener a los niños para no preocuparlos, aparentaron no
tener miedo (cuando podían) o no darles pistas sobre lo que realmente estaba
ocurriendo. También servía a los padres para apoyarse mutuamente y darles
ánimos. Con tanta gente hacinada en el chalé de Porfirio, era necesario poner
orden y concierto. Tanta gente en un espacio tan pequeño podía generar algún
que otro conflicto por las cuestiones mas insignificantes.
Mi madre estaba con sus hermanos,
también de corta edad y sus tías. Su
madre estaba en ese momento en la prisión provincial de mujeres, acompañada de
su hija Victoria recién nacida y su padre en el buque prisión fondeado en el
puerto.
Gracias a Porfirio la cosa no
llegó al extremo del fusilamiento, consiguió con sus contactos, el cumplimiento
de la condena atenuada en “Villa Maya” bajo la responsabilidad de Porfirio.
Después vino el canje de mis abuelos, toda una odisea digna de llevarse a la
pantalla grande. Porfirio sin duda fue el protagonista. El canje se llevó a
cabo y comenzó su larga espera para regresar. La incertidumbre era el estado de
ánimo de aquellos aciagos días.
Sin Porfirio, mis abuelos, mi
madre, mis tías abuelas, mi bisabuela Carmen, podrían haber muerto en cualquier
asalto que hubiera podido llevarse a cabo en “Villa Maya” por parte de los
revolucionarios antisistemas. A Porfirio
le debemos mucho mas de lo que hasta ahora se ha hecho por su memoria.
Porfirio, sin proponérselo, simboliza
como ha dicho algún escritor “la tercera España” aquella que desde la
moderación y el humanitarismo trataban de crear oasis de dignidad, democracia y
libertad en medio de una cruenta guerra civil. Hoy Porfirio es homenajeado por
todo el mundo, tanto por los descendientes de los “nacionales”; como por parte
de los descendientes de los “republicanos” como símbolo de paz y humanidad.
Aunque en 1986 se le homenajeó en
vida en el Club Mediterráneo, creo que hoy mas que nunca debería organizarse un
nuevo gran homenaje a este cónsul; el cual, sin apenas recursos, ofreció su
casa a aquellos que buscaban refugio, sin importar su origen, condición,
ideología o situación. El ayuntamiento
debería ponerle una calle y quizás una estatua. La Junta debería considerar
“Villa Maya” como lugar de interés histórico (sería un acto de reparación por
su torpeza, al no evitar su derribo), dado que ya no contamos por desgracia con
la “Villa Maya” original.
VILLA MAYA
in Memoria.
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