España ¿Un proyecto truncado de democracia?
En 1977 los españoles de forma mayoritaria
eligieron la democracia representativa “de tipo occidental” como forma de
gobierno para España y la monarquía parlamentaria como forma de estado. España entraba en la nueva configuración
constitucional de 1978 en un estado descentralizado (“estado de las autonomías”)
a efectos administrativos-territoriales. Constitución refrendada en las urnas
con una mas que notable participación. España
abandonaba la dictadura e iniciaba un nuevo camino en el proceso de
construcción de una democracia moderna y europea.
Al ser una democracia
representativa, se necesitaba agrupar la “voluntad popular” para plasmarla en
el hemiciclo del Congreso de los Diputados en forma de grupos
parlamentarios. Estos grupos
parlamentarios se mostraron en la práctica parlamentaria como avatares de los
partidos políticos, cuyas candidaturas habían obtenido representación parlamentaria.
Se creaba asi un moderno sistema de
partidos.
En una primera etapa (1979-1982) se
eligió un modelo bipartidista para evitar que los extremos ocupasen el poder y
de esta manera poder pilotar desde el centro político, con cierto orden y estabilidad,
el proceso de puesta en marcha de las políticas de construcción de la
democracia en España y la construcción inicial del estado de las autonomías.
El centro político permitía que
los cristianodemócratas y los socialdemócratas se erigieran en dos fuerzas políticas
que pactaban los asuntos de estado en común, aunque ideológica y programáticamente
fueran opuestos. Existía en esta primera
etapa una ilusión por avanzar en la construcción de una democracia que acababa
de nacer y que aun necesitaba cuidados para evitar la involución o su
eliminación. En esta primera etapa se pensaba que los
partidos situados en el extremo político podían frustrar esa ilusión y generar
de nuevo un ciclo de inestabilidad que no convenía en aquellos momentos a
España.
Si bien muchos extremistas
convinieron en aceptar la fuerza de los acontecimientos, aceptando como mal menor
girar hacia la moderación; hubo otros que consideraban que el nuevo régimen rompía
con todo aquello que ellos siempre defendieron. Su frustración, al sentirse engañados, los
llevó a pensar en derribar el nuevo régimen democrático por la fuerza de las
armas, del terrorismo y de la violencia.
Esta primera etapa fue muy
delicada debido a la crisis económica que iba a más, provocando en los estratos
sociales bajos de la población muchos casos de familias que vivían por debajo
del umbral de la pobreza y sin perspectivas de mejora. Los ruidos de sable de la
oficialidad del ejército amenazaban con nuevos “alzamientos” (como el intento
de golpe de estado de 1981) y en el extremo izquierdo se hablaba ya de una
llamada a la revolución. La polarización de la política acabó por debilitar al
centro político.
Los partidos autonómicos en esta
época no eran propiamente independentistas, aunque lo tuvieran en el horizonte
del largo plazo, sino apostaban a nivel práctico por el autonomismo, las
transferencias de competencias y en la generación de recursos. El PSOE y AP_PP siempre confiaron en las
formaciones mas conservadoras: PNV y CIU para formar mayorías. Se convirtieron
en la llave de gobierno más útil del sistema bipartidista. A cambio de
transferencia, fondos o cualquier otra contraprestación, las mayorías en los
dos partidos mayoritarios españoles estaban aseguradas.
La siguiente etapa en el proceso
de construcción democrático para España (1993-2011) estuvo marcada por
gobiernos de derechas y de izquierdas de corto recorrido. Coincidió en el
tiempo con una crisis leve de la economía. La corrupción ya asomaba en el
horizonte del PP (también en los últimos años del PSOE de la etapa anterior).
En esta etapa el sistema
bipartidista se convertía en el arquetipo de sistema para España. La combinación
de fuerzas nacionales y autonómicas para formar mayorías alejaba y silenciaba a
las fuerzas extremistas. Las de derechas habían sido absorbidas durante la
etapa anterior por el PP e Izquierda Unida (referente de la extrema izquierda
en la época) mantenía buena relación con el PSOE, por lo que ambas fuerzas
extremistas estaban controladas por los partidos mayoritarios.
Para muchos analistas este
periodo fue de cierto parón e incluso retroceso en la construcción del proceso
democrático por la corrupción empresarial-bancaria-política que comenzaba a llegar
a su clímax. La falta de control provocaba que iniciativas positivas para el
país quedaran en saco roto por los intereses cruzados de los lobbies mas poderosos.
La política comenzó a caer en brazos del poder neoliberal económico-empresarial
y de grupos antisistema de la izquierda que ya comenzaban a operar en los
aledaños oscuros de la política de base.
El descontrol hizo aflorar
cuestiones que se creían olvidadas o pendientes de la primera etapa. Surgió un
cierto revisionismo de la transición y de lo que supuso la primera etapa.
Muchos hooligans de la política aprovecharon para cuestionar el orden
establecido. Muchos reclamaron un nuevo orden
o aclaraciones. El sistema de partidos comenzaba a entrar en crisis. Los viejos
mecanismos del bipartidismo comenzaban a ser inútiles. Los autonomistas vascos
y sobre todo catalanes comenzaban a rearmar el independentismo sociológico e
intelectual. No les interesaba seguir siendo “llave de gobierno”.
La crisis de 2008, la mas brutal
que ha sufrido España desde 1929, precipitó los acontecimientos, la indignación
subió decibelios y los partidos políticos del bipartidismo fueron incapaces de controlarla.
La corrupción campaba a sus anchas (según hemos comprobado más adelante). En
2011 se ponía en marcha el movimiento 15-M con la primera macro acampada en la
puerta del sol de Madrid. La indignación derivó en contestación política desde
el mismo seno de la sociedad civil, hastiada de los políticos inútiles y
corruptos.
La ultima etapa iniciada en 2011
lo que por el momento está demostrando es que el sistema de partidos inicial ha
entrado en barrena, cuesta abajo y sin frenos. Que el bipartidismo está muerto y
casi enterrado. Que la sociedad civil es capaz de movilizarse en defensa de su
soberanía, derechos e intereses. A falta de cauces en el sistema de partidos útiles,
Unidas Podemos ha intentado ser la referencia, pero a la larga se ha visto
incapacitada por su propio éxito y meteduras garrafales de pata.
La ciudadanía ha optado por
plataformas y redes sociales mas dinámicas, mas directas y mas útiles.
EL planteamiento generalizado es que debemos
comenzar a transitar desde un modelo de democracia representativa a otro de
democracia directa. La tecnología lo permite, ahora lo que habría que hacer es
acomodar la legislación y rehacer todo el sistema. Nuevos retos exigen nuevos métodos.
El vodevil que hoy estamos viendo
con los pactos de gobierno es fruto de esa contradicción entre los que
prefieren un sistema representativo y los que prefieren un modelo de democracia
directa. Estamos cambiando el sistema político español y en este sentido son normales estas anomalías que estamos viendo desde 2015.
Quizás la clave esté en crear
plataformas políticas y redes sociales políticas como si de organizaciones políticas
se tratasen, es decir, sustituir los partidos políticos convencionales por
nuevas formas de agrupar la “voluntad general”, abriendo el abanico a todo tipo
de formas de participación ciudadana en la política.
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