El valor del centro político en la España actual.

Planteaba Eduardo Chamorro  (1946 - 2009) en su libro “Viaje al Centro de la UCD” (Planeta, 1981) publicado en torno a la época  de la dimisión de Adolfo Suárez de la Presidencia del Gobierno (1976-1981) con el debate aun caliente por la configuración territorial de aquel invento denominado “Estado de las Autonomías” y por los disparos de aquella tarde-noche interminable que fue el frustrado golpe de estado del 23 F. 

Viendo con retrospectiva histórica justificaba la creación de la UCD como una necesidad ante la situación político-institucional creada tras la muerte del dictador Francisco Franco Bahamonde (20 de noviembre de 1975). Con un monarca, Juan Carlos I (1975-2014), instaurado por la dictadura, sin legitimidad dinástica y con un futuro institucional  aún más incierto. 

La necesidad de evitar un vacío de poder o el regreso a prácticas de los años 30 obligó a aceptar al monarca para desbloquear la situación. Para evitar el choque de dos frentes irreconciliables (Bloque Franquista o “Bunker” y el Bloque de izquierdas revolucionarias (PCE, anarquistas y nacionalistas independentistas) se creó un espacio de centro en el que pudieran entenderse los “aperturistas” democristianos / liberales del régimen y los “socialistas moderados” del exilio interior.  Alejando los extremos, el centro podría pilotar mejor la construcción de una nueva democracia en España.

Decía E. Chamorro:                                                                     
Unión de Centro Democrático (UCD) fue el resultado de unas voluntades que lograron su articulación definitiva cuando encontraron la sanción que  - acorde con su designio – necesitaban para habilitar su mejor acomodo en el mapa político que aún estaba por dibujar.  Eso fue lo que en su origen fue la UCD.” (P.74)

Esta confluencia de intereses se justificaba en la necesidad de normalizar la vida política e institucional de España en un momento de transición desde un régimen autoritario a un régimen democrático.  No era momento de imponer criterios, ni de imponer intereses creados, ni reavivar anteriores enfrentamientos.  

La estabilidad institucional era una necesidad urgente. Hemos de tener en cuenta  que España estaba siendo azotada por una brutal crisis económica y financiera (crisis de 1971 – Explotación de la “burbuja” de la construcción turística en España y 1973 – Crisis energética occidental). Como en otras épocas de la historia, España estaba de nuevo amenazada por la bancarrota.

Con estas premisas y con mucha dificultad, echó a andar aquel experimento político cuyo fin era articular una opción de centro que acabara con el riesgo de fractura en España.  Evidentemente los equilibrios internos entre las tendencias liberales, democristianas y las socialdemócratas  no siempre se lograron.

 Todavía les separaban estereotipos creados durante la dictadura, aún se veían como enemigos. Los “aperturistas” aun no se fiaban de las intenciones de sus socios socialdemócratas; ni éstos últimos de los “aperturistas”.  Los “aperturistas” tendían a controlar la situación siguiendo el esquema liberal de cambiar alguna cosa, para que en realidad nada cambiase. Los “socialdemócratas” buscaban una confluencia programática con otras fuerzas de izquierdas, pero al igual que sus socios controlando para evitar el descontrol.

 Adolfo Suárez tuvo que actuar con muchísima dificultad, como un moderador camaleónico, dando una de cal y otra de arena; por lo que su imagen de líder carismático de la Transición comenzó a decaer en los años anteriores a su caída. Progresivamente su discurso político fue escorándose hacia el sector liberal y democristiano del partido; lo que provocó las iras del sector socialdemócrata.  Según E. Chamorro mucho tuvo que ver la actividad instigadora, realizada entre bambalinas por parte de los “barones” de uno y otro bando dentro de  la UCD.

El ascenso del PSOE en la intención de voto  y la opinión pública mediatizada a favor de agilizar la transición a favor del PSOE, acabó con el sueño de la UCD de construir un espacio de centro en el arco político español.

La caída de la UCD n 1982 puso fin a la Transición e inició el proceso agilizado de democratización de España.  Con la desaparición del centro político, los extremos generaron un sistema de partidos, basado en el modelo decimonónico del bipartidismo  -  siguiendo el sistema de turnos creado por el tándem Cánovas-Sagasta en 1876 -,  basado a su vez en técnicas parlamentarias británicas.

A partir de 1982, las “Derechas”  (Alianza Popular) e “Izquierdas” (PSOE) se apropiaron del centro político, creando así en los 90 un “centro-derecha” (Partido Popular) y un “centro – Izquierda” (PSOE). El viraje del PSOE al centro, dejó espacio para el desarrollo del PCE por la izquierda hasta su confluencia en la coalición Izquierda Unida a partir de 1986 (Julio Anguita). De esta forma las tres fuerzas crearon y dibujaron el mapa político hasta la actualidad.

Hoy vemos que con los resultados obtenidos en las Elecciones Generales del 20 de Diciembre de 2015,  nos devuelven a la casilla de salida. El parlamento fragmentado se parece mucho al parlamento surgido de las Elecciones Generales de 1979.  El viraje en los últimos tiempos del Partido Popular hacia posiciones más conservadoras – y alejadas de las tendencias liberales -  con Rajoy al frente y la fragmentación interna del PSOE en distintas ramas, durante los gobiernos de Zapatero y Rubalcaba, ha provocado el abandono del centro político.  Los nuevos extremos (Partido Popular y Podemos/IU)  han regresado a sus posiciones originales, dejando libre el centro político.

Tras las dos sesiones de investidura de Pedro Sánchez (PSOE) se aprecia una colonización temprana de sectores reformistas y moderados del PSOE en confluencia con una nueva fuerza política, "Ciudadanos".  Recientemente un tertuliano político definió claramente la “Ideología” de este nuevo “centro” político: “un espacio socialdemócrata con ribetes liberales”.  O lo que es lo mismo la reedición del pacto entre un partido demócrata cristiano  (Ciudadanos) y  otro social demócrata (PSOE) como ocurrió con la UCD en sus inicios. La diferencia  - por el momento - es que no conforman una coalición con nombre propio; sino que el pacto mantiene  la identidad de cada partido. Juntos, pero no revueltos.

Tres son los espacios que ahora se presentan a la ciudadanía: La “derecha” (PP), la “Izquierda” (Pacto: Podemos, Compromís, independentistas vasco-catalanes e IU) y un nuevo “centro” (Pacto: PSOE  y Ciudadanos) que aparece reclamando su espacio.

Hoy el sistema de partidos creado por evolución en España a partir de la década de 1980 ha entrado claramente en crisis. Nuevas fuerzas emergentes han aportado nuevas formas de hacer política.  Si bien estas nuevas formas tienen elementos del pasado en los cuales se formaron;  traen consigo el novedoso modelo de democracia participativa. 

Un nuevo modelo que hoy  es posible gracias al desarrollo tecnológico de los años 90, principalmente las tecnologías vinculadas a la Red Internet y a la tecnología de comunicaciones. Se trata de permitir que la ciudadanía participe activamente en política y en los asuntos políticos que estén a debate.
 
El  “Movimiento 15 M” ha generado múltiples expectativas sobre lo que podría hacerse en España y hacia donde habría de caminar.  Sus círculos son el ágora de entendimiento, pero pese a esta riqueza conceptual y de desarrollo de la formación política ciudadana, poca influencia tiene en un sistema de partidos monolítico y excluyente.  El avance de “Podemos”, confluencias, mareas y otras formas de asociacionismo político por la izquierda y de “Ciudadanos” por el centro ha facilitado la canalización de cuanto se habla y opina en la calle.  El ciudadano adquiere así la condición de sujeto de derecho y no la de objeto electoral.

Las reivindicaciones ciudadanas son sin duda variadas, como variada es la sociedad española. Pero básicamente se siguen repitiendo como mantras permanentes aquello de: “Pan, Tierra y Libertad” que gritaban los paupérrimos  jornaleros andaluces de principios del siglo XX. 

Hoy la alimentación está sujeta al capricho de grandes compañías internacionales, mas interesadas en el beneficio empresarial de sus accionistas en la Bolsa; que en la calidad del servicio y productos que ofrecen al ciudadano.

Hoy la tierra y por extensión la vivienda, está sujeta igualmente a criterio del mercado financiero e inmobiliario.  Muchas promociones han sido pasto de las llamas de la corrupción política, bancaria y empresarial.  El principal afectado por esta codicia ha sido el ciudadano que con su escasez de rentas trataba de tener al menos un techo donde cobijarse. Muchos quedaron sujetos a la esclavitud de una hipoteca injusta y abusiva por los siglos de los siglos.

La libertad brilla por su ausencia, manipulada y colonizada durante años por los medios de comunicación, por los aparatos propagandísticos de los partidos políticos y por una legislación cada vez más restrictiva y represiva. 

 La derecha quiere preservar el sistema de partido, que le proporciona un espacio donde seguir practicando su modelo oligárquico – oligopolístico tradicional basado en la empresa como motor económico del país y en la reducción del estado al mínimo aceptable. Un modelo evolucionado del  neo liberalismo practicado durante la época del “desarrollismo”  (1950 a 1971) en tiempos de la dictadura. 

La izquierda revolucionaria quiere presuntamente romper, quebrar el sistema de partido por cualquier medio. Su meta es imponer presuntamente un nuevo sistema, copiado en gran parte de otros que han fracasado en el exterior. Un nuevo sistema que hunde sus raíces en dos tradiciones marxistas: el anarquismo social  basado en el activismo de sus asociaciones y el comunismo de partido hegemónico, como catalizador de las divergencias internas.  

En el actual centro se busca reformar el sistema político a distintos niveles y de forma progresiva, de tal forma que permita: por una parte, la participación ciudadana en línea con las ideas generales del 15 M y sus demandas básicas; pero por otro, preservar todo aquello que realmente sea útil para seguir avanzando en la construcción de la democracia española.  Evidentemente la agenda social ocupa un lugar de preferencia en este nuevo centro. Las cuestiones económicas pasan a un segundo plano (concebidas como meramente instrumentales).

Hoy como en 1979 España se ve inmersa en una brutal crisis económica, institucional, política y sobre todo de auténtica emergencia social. Hoy, como entonces, “la cuestión catalana” y el “estado de las autonomías”  siguen estando en el trasfondo de los debates a la hora de alcanzar pactos entre fuerzas políticas de ideario distinto. 

Hoy, como entonces, un nuevo monarca  - Felipe VI (desde 2014) – debe afrontar una nueva crisis en España con el panorama político revuelto. Hoy es necesario, como entonces, alcanzar un gran acuerdo de gobernabilidad por el centro político. España necesita un gobierno, necesita estabilidad, necesita políticos que trabajen para la ciudadanía con sentido de Estado y por el desarrollo del país, que es en definitiva “nuestra casa común” y lo que realmente importa a los españoles.   

El centro “sin adjetivos” es necesario hoy más que nunca. Por ello reivindico su valor y su presencia en el nuevo arco parlamentario.  Es importante que exista un centro moderador para evitar que los extremos se radicalicen. Evitar la confrontación es importante para el futuro del país.

En 1936 los dos frentes (Bloque Nacional y Frente Popular) cogieron el fusil y comenzaron a pegarse tiros entre si. La Guerra Civil Española (1936-1939) fue el fracaso de un sistema político mal hilvanado y en descomposición; el fracaso de dejar que los extremos hicieran de las suyas; el fracaso en la búsqueda del entendimiento entre las partes.   El fracaso de la paz, de la concordia y de la búsqueda del progreso del país.  Un fracaso del cual si hemos de hacer memoria histórica (del fracaso) y del cual hemos de aprender PARA NO REPETIRLO.

No creo que lleguemos a tanto, entre otras cosas porque los españoles somos hoy más civilizados e instruidos que por entonces; pero más vale prevenir que lamentar situaciones que sin duda no contribuyen ni al bien común,  ni al desarrollo de nuestro querido país.





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