Monarquía y Democracia un tándem necesario
En estos días la reina Isabel II de La Gran Bretaña e Irlanda del Norte celebra su 90 cumpleaños. El pueblo de Inglaterra se engalana para la celebración. Las declaraciones públicas de políticos tanto de derechas, como de izquierdas avalan el buen servicio que la soberana presta al país. Hay eventos públicos y retransmisiones televisivas.
Otras monarquías, como la danesa (la más antigua de Europa), la holandesa o la belga también hacen gestos públicos de exaltación de la monarquía. Todos estos países son democracias representativas y parlamentarias. los monarcas por regla general no son soberanos y sus funciones al servicio del país están muy limitadas y reglamentadas por los distintos ordenamientos jurídicos.
El caracter aúlico medieval de vasallaje al soberano ha desaparecido en Europa. Hoy la edad media de los soberanos europeos ronda los 30 o 40 años. Estos han sido educados como cualquier otro ciudadano en instituciones públicas y en general llevan una vida normal como cualquier otro ciudadano. Van al cine, van de compras, toman el metro, conducen su coche, se toman un café con amigos, van a lugares de ocio, acuden a actos escolares con sus hijos pequeños. Lo que es una vida normal, perfectamente compatibles con sus deberes constitucionales.
Hoy la monarquía es una forma de estado perfectamente alineada con el pensamiento político democrático, parlamentario y constitucional.
Es cierto que el acceso al trono está reservado a los miembros de una única familia (Windsor en Gran Bretaña, Orange en Holanda, Sajonia - Coburgo - Glücksburg en Dinamarca, o Borbón en España) y que la legislación no permite una elección por sufragio universal.
Pero piensen en las ventajas de tener una Monarquía: A efectos políticos, los monarcas son considerados neutrales ideológicamente e irresponsables ante la acción del gobierno. En momentos de tensión entre frentes o bandos enfrentados la figura de moderador del/la monarca puede ser crucial para destensar la situación generada. Por otro lado, está su perdurabilidad en el tiempo. El caracter generalmente vitalicio de las monarquías puede favorecer la estabilidad institucional y la unidad del país, al margen del color político que ocupe o ejerza la acción de gobierno. Siempre será la referencia y ello es garantía de seguridad de principios y valores fundamentales de un estado.
Por último y a efectos económicos - financieros, las monarquías suelen ser hoy más baratas de mantener que una presidencia de una república. Los reyes, salvo que abdiquen, no se jubilan. Los presidentes/as de República si y hay que mantenerlos posteriormente tras dejar éstos su cargo. Son por tanto menos rentables las repúblicas. En la monarquía, al ser siempre la misma familia la que ejerce la Jefatura del Estado, el el cálculo del coste está fijado de antemano y perfectamente asumible presupuestariamente. El concepto de financiación de la Casa Real apenas representa una carga para el estado (al menos en España que tiene una de las monarquías con menor coste de Europa).
El Rey Juan Carlos I fue el monarca que inició un cambio en la conceptualización de la monarquía. En primer lugar se liberó de los cortesanos, cuyas intrigas habían hecho decaer a su abuelo el depuesto Alfonso XIII y anteriormente a su tatarabuela Isabel II. En su lugar se rodeó de un grupo variopinto de personas que no tenía nada que ver con lo que antaño había sido la "privanza" regia palatina. Estas personas no eran nobles (aunque también los había), sino que la mayoría provenían de las clases medias y de idearios políticos diferentes e incluso opuestos. Juan Carlos fue un autentico equilibrista en sus primeros años como monarca absoluto (1975-1978).
Frente una monarquía aúlica como la de Inglaterra, donde muchas tradiciones cortesanas aun se mantienen, Juan Carlos diseñó una monarquía moderna, democrática y cercana al pueblo. Un rey no tiene ni que estar por encima de nadie, ni hacer todo lo que quiera. No debe ser un déspota. Se debe a su país y a su pueblo.
La monarquía hispánica tradicionalmente aunaba la tradición monárquica romana y germánica. Romana en el sentido de sucesión dinástica y germánica en el sentido de proclamación de sus poderes - Como Jefe de Estado y como Jefe de las Fuerzas Armadas - por parte de una asamblea representativa. Esta tarea última ha sido generalmente asumida primero por las distintas "Cortes" palatinas de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra y posteriormente por las "Cortes Generales del Reino de España". Desde los titulados como Reyes Católicos esta tradición se ha mantenido en la monarquía hispánica hasta el actual reinado de Felipe VI.
La proclamación parlamentaria exige el juramento del monarca a todo el ordenamiento jurídico español, constituyendo en sí mismo un contrato vitalicio entre el candidato a la sucesión de la corona y el pueblo español representado en las Cortes Generales. Por tanto, en realidad la monarquía hispánica podría ser considerada como una monarquía electiva;dado que precisa de la proclamación parlamentaria y ésta ha de reflejar preceptivamente la voluntad general del pueblo español según reza nuestra actual Constitución.
Para el sostenimiento de la Casa de S. M. El Rey el gobierno destina una partida presupuestaria, que según la constitución el monarca administra libremente. Esta financiación tiene que ver con su papel de Jefe de Estado y como su papel como Capitán General de los Ejércitos.
El rey es un cargo público y como otros cargos públicos su actividad está regulada por ley y hay que destinarle una partida para su financiación. Esto mismo ocurre con la Presidencia de una República. También hay partida presupuestaria para la actividad del Presidente de la República y mantenimiento de la residencia presidencial.
Todos los palacios y sitios reales son propiedad del pueblo español, son administrados por "Patrimonio Nacional" que forma parte de la Administración General del Estado y está al servicio de la Casa Real para su uso. Los reyes españoles no son propietarios de los palacios. La seguridad depende del Ministerio del Interior y otros recursos se financian con cargo a diversas partidas presupuestarias, además de la propia destinada al mantenimiento de la familia real. Ésta por razón de su estatus, no puede generar ingresos distintos de los obtenidos por el gobierno. Pueden tener actividad privada y bienes privativos, pero esta actividad y patrimonio debe ser conocida y fiscalizada por los órganos competentes del gobierno.
Los casos recientes contra S.A.R. La infanta Doña Cristina y contra S.A.R. Doña Pilar de Borbón son casos excepcionales que atañen únicamente a las infantas como simples ciudadanas. En el primer caso hay una presunta actividad ilicita por parte de la infanta y su marido que está siendo juzgado por un tribunal ordinario como cualquier otro ciudadano; y en el segundo caso es una cuestión que tiene que ver con las obligaciones fiscales de la infanta como otra ciudadana más.
En ningún caso deben estos casos judiciales o tributarios afectar a la institución monárquica o al propio monarca. En el caso de Doña Cristina, fue el rey Juan Carlos I el que suprimió su actividad pública, por tanto dejó de aportarle ingresos a la infanta. En el segundo caso, la Infanta Pilar no recibe fondos procedentes de los presupuestos de la Casa de S. M. El rey , por lo que no recibe tampoco dinero público.
La monarquía de Felipe VI sin duda marcará un hito en la evolución de la institución monástica. También se aprecian cambios sustanciales en otras casas reales tanto en los reyes titulares como en los futuros herederos. La sociedad ha cambiado y un cambio generacional está dejando sin efecto muchas tradiciones seculares. Los reyes ya no quieren llevar coronas y las herederas ya no quieren ser princesas. Los formalismos cortesanos prácticamente han desaparecido y el ambiente mundanal ha inundado los palacios.
Los reyes y herederos actuales se sienten partícipes de la ciudadanía y quieren vivir como cualquier otro ciudadano. La cercanía al pueblo llano es garantía de la supervivencia de la institución. Los prejuicios y la mala imagen de la institución es para ellos un lastre que combaten con ardor. La modernización de la monarquía pasa por su aceptación popular, el baño de realidad y por el cambio de costumbres.
Creo que la monarquía hispánica y otras muchas europeas están en pleno cambio. Sobre si ha de ser dinástica o electiva es una cuestión que los distintos pueblos han de asumir. Pero en todo caso no hay que olvidar que una cosa es la forma que adquieran los estados y otra la forma de gobierno de esos estados. La democracia representativa y/o participativa se ha valorado popularmente como la mas eficiente para regir los destinos de nuestras sociedades. La democracia existe hoy tanto en regímenes monárquicos como republicanos. Esto es lo verdaderamente importante. En todo caso la ultima palabra la tiene el pueblo.
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