TTIP vs Green Revolutions




A punto de la firma del nuevo Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la UE, conviene  hacer un poco de historia y de geopolítica para entender a que nos estamos enfrentando los europeos con dicho tratado.

Siguiendo las teorías del historiador británico Paul Kennedy  tras el final de la guerra fría, los economistas que se enfrentaron a la reconstrucción global de la economía percibieron fenómenos inesperados y nuevos en los estándares previstos en el acuerdo de Bretton Woods que se firmó en 1945 y del cual ya di cuenta en este mismo blog.

La escuela monetarista norteamericana se impuso en Europa para facilitar la aplicación inicial del European Recovery Plan (ERP), más conocido como “Plan Marshall” en su intento de reconstruir la economía europea. Fue este plan el que allanó el camino a la integración europea primero en la CECA y después en la Comunidad Económica Europea (CEE, hoy Unión Europea).  Estados Unidos daba con ello salida al stock acumulado durante la II Guerra Mundial en sus empresas en el nuevo “Mercado Común” europeo. Un mercado que ya era una realidad en los años 50 cuando Paul Kennedy escribió “Rise and Fall of the Great Powers”.

Esta ayuda económica tenía como contrapartida una alianza estratégica entre Estados Unidos y las principales potencias europeas (Reino Unido como principal socio comercial, Alemania como potencia Industrial y Francia como principal potencia agrícola). En esta época la industria norteamericana seguía siendo dependiente del petróleo y el carbón como combustibles esenciales. Aunque Estados Unidos tenía ambos productos; la  demanda creciente ante las perspectivas comerciales europeas, obligaba a las autoridades norteamericanas a importar del exterior estos productos.

Entraba aquí en juego de nuevo la geopolítica a nivel global. La mayor parte de las reservas mundiales de petróleo estaban en los países del Golfo Pérsico, antiguo territorio colonial franco-británico, regímenes capitalistas pro - occidentales,  con monarquías absolutas o teocráticas y con un escaso desarrollo industrial.   Las mayores reservas de carbón se encontraban y encuentran principalmente en Estados Unidos, Rusia y China. El acceso a esta materia prima era complejo para estados Unidos. Rusia y China eran enemigos geoestratégicos durante la Guerra Fría.

Otro aspecto importante era el acceso a la energía nuclear como alternativa a los combustibles fósiles.  Estados Unidos era y es rico en uranio, componente principal para la generación de energía nuclear. Otros países ricos en uranio: Australia, Canadá, Níger, Kazajistán y  Rusia. Los tres primeros aliados; los dos últimos, enemigos en el contexto de la Guerra Fría.

La guerra fría con su reparto geopolítico mundial dio como resultado una nueva forma de conflicto: la guerra económica. Frente al negocio de provocar guerras, estaba el negocio de fomentar la paz. En ambos casos los “Great Powers”, como los denominaba P. Kennedy, se beneficiaban de sus acciones directas o encubiertas.

 En el conocido entonces como “Tercer Mundo”  comenzaron a aparecer líderes jóvenes con ideas nuevas y revolucionarias. Una nueva generación con India y China  a la cabeza que trataron de construir un nuevo escenario geopolítico. Un orden mundial diferente al de Bretton Woods.

Ante la imposibilidad de competir en un mercado global sin tener acceso a una economía basada en el petróleo y el carbón;  estos países desarrollaron nuevas formas de producir y exploraron la rentabilidad de una economía alternativa basada en energías renovables, como la solar, la eólica, la hídrica, etc. Cuyas materias primas contaban en abundancia. 

Un modelo económico en las antípodas del modelo economicista norteamericano.  La base de esta economía es la cooperación frente a la competencia. La calidad y utilidad de los productos fabricados frente al valor bursátil de las empresas.

Desde un punto de vista filosófico e ideológico, esta economía hunde sus raíces en los orígenes del socialismo europeo y en la filosofía de la cultura oriental.  La tradición y la modernidad no tienen por que ser enemigas, pueden coexistir sin problemas. Hay que buscar el equilibrio y buscar la felicidad de las naciones.  Este modelo ahonda en la sensibilidad social hacia la búsqueda de beneficios en el campo de la salud, de la educación, del bienestar social y del respeto hacia el medio ambiente natural.  Es un modelo ético y social que debe situarse por encima de la economía. Las personas antes que el dinero. A este modelo P. Kennedy lo denominaba “Green Revolutions” (Revolución verde o ecológica).

Evidentemente esta revolución causó una gran conmoción en muchos países capitalistas e influyó mucho en la deriva posterior a la era Gorvachov en Rusia y en China.   Fruto de aquellos primeros esfuerzos fueron regímenes proto – “verdes” en muchos países de América Latina, África, Sudeste asiático, China y Rusia.

Con el tiempo apareció en Europa la “conciencia verde” que dio paso con la ayuda de la izquierda europea a la formación de partidos “verdes”, generando así un lobby verde en las instituciones europeas.  También en Estados Unidos en forma de movimientos de derechos civiles y en movimiento de minorías étnicas.

En el “Tercer Mundo” antiguo  surgieron países lideres que hicieron ver al mundo “Desarrollado” como sus economías eran equiparables a las europeas y norteamericanas.  La calidad de sus productos y servicios, la conciencia verde de su producción y el apoyo social que tienen en todo el mundo les hace ser grandes competidores globales. Estados Unidos no esperaba que esto ocurriese. En Europa la economía comenzaba a romperse.

En una economía global monetarista la irrupción  de la economía verde supone un hándicap difícil de superar. En consecuencia ha estallado una segunda guerra fría (“III Guerra Mundial” en palabras del Papa Francisco) en la que los países consumidores de energías no renovables se niegan a ceder poder ante la creciente mayoría de países consumidoras de energías renovables.  La Cumbre de París ha supuesto un hito en este conflicto al apostar seriamente por las energías renovables.

Estados Unidos sigue demandando petróleo y carbón. El coste de transformación para sus industrias y de todo el sistema económico-financiero al nuevo modelo económico es inasumible a priori en todos los sentidos.  Hay  que tener en cuenta que el sector industrial estadounidense representa el 20% del total mundial. Las 133 empresas más influyentes del mundo son de capital estadounidense.   En este sentido Estados Unidos es reacio a los acuerdos de París.

China, que estaba prácticamente en la misma línea que Estados Unidos en cuanto a sector industrial y dependencia energética de combustibles fósiles, sin embargo ha logrado transformar su economía  de manera eficiente y admirable. Hoy es una potencia industrial capitalista que consume principalmente energía renovable. Simplemente ha eliminado el combustible fósil de la ecuación.   Brasil, Rusia, Irán, India, Cuba, Bolivia, Ecuador, Argentina y otros muchos países han seguido el ejemplo chino. Primero la sociedad y después los negocios.

En respuesta a esta “Green Economy” Estados unidos ha recuperado del olvido el liberalismo económico clásico y resucitado a la OMC (Organización Mundial del Comercio).   En la teoría clásica monetarista si se elimina al estado de la ecuación, la economía se organizará en función de la ley de la oferta y la demanda de forma natural.  Y como en la teoría de la evolución, solo los más fuertes prosperarán en un mundo salvaje. Este determinismo calvinista, que está en la raíz del capitalismo original,  puede ser un gran problema para la supervivencia de las generaciones futuras y para la salud del planeta.  

Existen aproximadamente en la actualidad siete zonas de libre comercio en el mundo global: Mercosur (Acoge a la mayoría de los países del Sur de América), Nafta (Acoge a Estados Unidos, México y Canadá), Unión Europea (28 países de la UE), Asean (Países del sudeste asiático), Apec (Países del Pacífico), CEI (Países de la extinta URSS) y la Liga Árabe (Países árabes pro occidentales).

 La UE es, a nivel geopolítico, hoy en su conjunto la primera potencia mundial global, seguida de ASEAN (Liderada por China, segunda potencia mundial estatal)  y de la NAFTA (con Estados Unidos a la Cabeza, primera potencia mundial estatal). Recientemente el cuarto puesto correspondería  a  la CEI y el quinto a la APEC. Mercosur  y la Liga árabe están en plena transformación y no son hoy relevantes.

Si unimos UE (Alemania) + NAFTA (Estados Unidos) + ASEAN (China) tendremos el control absoluto de la economía mundial por parte de los Estados Unidos.  Dado que China y la UE son los principales socios comerciales de Estados Unidos.  Si esto se produce, la guerra energética podría cambiar de signo a favor de los partidarios de los combustibles fósiles. 

A nivel global, la actual guerra económica afecta sobre todo a las economías emergentes (India), países BRIC (Rusia) y grupos de países que siguen la nueva economía verde.  A nivel humano, las sociedades van a ver destruido su estado de bienestar (Salud, educación asistencia social) y el modelo de democracia representativa (igualdad, libertades, derechos, garantías sociales, pensiones…).  Los regímenes oligárquicos y/o  autocráticos (Dictaduras) acabarán imponiéndose, incluso por las armas y represión, para garantizar la sostenibilidad del sistema. El sueño de integración europea acabará rompiéndose y desapareciendo.

Nos jugamos con el TTIP la  Independencia de Europa, el sueño de integración europeo, los ideales que forjaron las democracias europeas.  Pero aun es posible si apostamos por la economía verde. En muchos países ha surtido efecto y muchos países del mundo antiguamente considerados como “subdesarrollado” son hoy potencias mundiales cuya economía es sostenible, humanista, solidaria y respetuosa con el medio ambiente. Cuando la ética y el humanismo se imponen a la economía, los sistemas funcionan perfectamente. Estos países tienen garantizados los empleos, las pensiones, los sistemas de salud pública, la educación y la atención a los más desfavorecidos.

La cuestión básica es: ¿Queremos que un puñado de empresas transnacionales y grandes magnates mundiales acaben dirigiendo la vida a los europeos? ¿Vamos a dejarles actuar,  cuando hay alternativas reales mucho más humanistas al sistema monetarista? ¿A dónde queremos llegar los europeos? ¿Queremos felicidad y bienestar o penurias y conflictos?  No es por asustar, sino por dar relevancia al asunto.  Es mucho lo que nos jugamos

Comentarios

Entradas populares