Centenario de la Revolución Rusa (1917 - 2017): I Preparativos (1905-1917).
El próximo
día 3 de abril se conmemora el primer centenario de la llegada de Vladimir
Illich Ulianovsk “Lenín” a Petrogrado
(hoy San Petersburgo). Este
acontecimiento histórico marca el inicio del proceso revolucionario ruso
iniciado en febrero de 1917 (calendario gregoriano) y culminado en 1922 con la
creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
La
propaganda liberal occidental y la socialista soviética de la URSS han marcado el devenir en la comprensión de
tal proceso revolucionario. Durante la Guerra Fría (1945-1993) la propaganda política
de ambos bandos enfrentados manipuló de forma interesada la historia, incluso
surgieron teorías variopintas que generaban más humo y ruido que contar lo
sucedido realmente.
Para el
historiador de hoy resulta complicado abordar este capítulo de la historia
universal y de la historia de Rusia con la suficiente objetividad y
neutralidad. La falta de fuentes fiables y la ocultación de pruebas
tangibles nos (me) obligan a navegar por un océano de
hipótesis en base al conocimiento existente sobre dicho acontecimiento
histórico.
Comencemos por
contextualizar el acontecimiento. La revolución – mejor dicho las tres revoluciones
rusas – rusa surgió en un contexto de
preguerra (“Revolución de 1905”) y de
guerra abierta (“Primera Guerra Mundial”,
1914-1918).
Antes de la Primera Guerra Mundial Rusia era un
imperio territorial que abarcaba una enorme extensión, desde sus territorios de
occidente que llegaban al Báltico y al Mar negro en sus extremos, hasta sus
territorios de oriente ribereños a la costa del Pacífico. Por el norte cerraban las heladas aguas del ártico,
por el sur la zona montañosa del Cáucaso y vertiente norte de las estribaciones
del Himalaya. Este imperio era el mayor
del mundo y su política era claramente de dimensiones continentales.
Regia y
gobernaba el vasto Imperio Ruso, el Zar Nicolás II, de la dinastía de los
Romanov, emparentado con la corona británica y con la Alemana entre otras
muchas casas reales europeas. El zar o emperador ejerció su magistratura
siguiendo el modelo clásico de una Monarquía Absoluta de derecho divino, Tras
la derrota rusa en la Guerra de Crimea
(1853-1856), los zares habían incrementado su poder, actuando de manera cada vez más despótica para fortalecer la institución frente a los que deseaban derribarla. En Europa, Rusia había quedado aislada a nivel
diplomático y comercial. La crisis económica consecuente de la posguerra había debilitado a la institución monárquica y
sometido a la miseria al país.
El sistema
económico era aun el feudal controlado por los representantes de la Corona, la nobleza y el clero ortodoxo (la religión
estatal en esta época). La agricultura
era el sector dominante y apenas Rusia era un país industrializado. El comercio
interior era más potente que el exterior. Las desigualdades sociales eran más
que evidentes, en especial en los territorios centrales del imperio (Urales y Siberia)
donde la pobreza era endémica.
Al ser una
monarquía absoluta los habitantes del imperio eran aun considerados “súbditos” sometidos por lazos de
vasallaje a su señor natural; aun seguía existiendo la esclavitud (en
retroceso) y la servidumbre en Rusia. Existía un parlamento unicameral (La “Duma Imperial”) pero apenas se reunía,
dado que todo el poder se concentraba en la persona del monarca y su consejo
privado. Correspondía al monarca convocarla.
En tan vasto
imperio convivían infinidad de etnias, culturas, lenguas y religiones. Para
mantener unido este mosaico, el ejército se convirtió en la principal arma del
monarca para reprimir cualquier conato subversivo en el orden establecido.
En 1905 el
pueblo ruso, apoyado por la incipiente burguesía mercantil de las grandes
ciudades ruso - europeas, por los Popes ortodoxos más influyentes y por una
parte amotinada de la marina rusa de Crimea (Base de Krondstat) decidieron
manifestarse en San Petersburgo para reclamar cambios constitucionales en Rusia,
y también cambios en la política económica y social para evitar la quiebra del
sistema. En esta época apostaron los
manifestantes por mejoras en la agricultura, fomento de la industria y desarrollo
del comercio exterior. Para ello
reclamaron al Zar la convocatoria de la duma.
El zar vio
en estas peticiones un símil con la revolución francesa de 1789, por lo que comenzó por reprimir la
manifestación y arrestar a sus líderes, muchos de los cuales fueron confinados
en los inhumanos campos de trabajo de Siberia. La acción punitiva del monarca le generó ante
sus consejeros, súbditos y representantes de legaciones extranjeras una pésima
imagen.
Además de
los manifestantes, hubo huelgas y disturbios en otras capitales de provincia
del imperio; así como respuestas nacionalistas en determinados lugares donde la
población de origen ruso - europeo estaba en minoría. En muchos lugares del centro del imperio las
poblaciones crearon consejos comunales con el fin de crear un espacio
alternativo de poder local frente a los representantes del monarca. Estos
consejos rurales fueron la punta de lanza de los revolucionarios rusos, que
lejos de someterse a la autoridad imperial, se opusieron a ella con
contundencia. El radicalismo, el extremismo y el fanatismo aparecieron en
aquellas personas y colectivos más castigados por la represión policial o por
las medidas económicas del zar.
El proceso
de degradación institucional (despotismo), político (corrupción), económico
(crisis), social (desencanto, indignación, subversión) continuó durante los
siguientes años en los mismos términos de acción – reacción tanto por los
poderes represivos del estado; como por parte de los revolucionarios en activo.
En la
trastienda de este proceso revolucionario se encontraba el activista y
populista Vladimir Illich Ulianovsk apodado
“Lenín” (1870-1924), partidario de la
importación de los ideales marxistas alemanes a Rusia en su vertiente más
revolucionaria y populista. Formó parte
en la revolución de 1905 de liderar desde Ginebra (donde se había exiliado) una
conspiración para agitar a los escasos obreros industriales de las principales
ciudades industriales de Rusia contra el régimen del Zar.
En estos
momentos de confusión, la revolución no tenía un color ideológico concreto,
sino que respondía más bien a las mentalidades de la época. Significaba un
llamamiento popular para derribar el orden existente. Cada uno participaba a su libre entender en los diferentes colectivos
sociales que se dieron cita en las manifestaciones y huelgas.
En esta
época el sector industrial apenas tenía relevancia en el PIB estatal y había
pocas ciudades, por lo que el proletariado carecía de medios y recursos para
iniciar una revolución con alguna esperanza de éxito. Fueron los desamparados
por el estado, los nacionalistas sometidos, los campesinos olvidados los que
dieron argumentos a la fallida revolución de 1905.
Lenín desde su dorado exilio en Ginebra
comenzó a explorar la vía revolucionaria propuesta por el filósofo y economista
alemán Karl H. Marx. La idea de alcanzar la libertad - para un pueblo
sometido a poderes impuestos - era lo suficientemente sugerente para iniciar
una revolución social en Rusia. Su objetivo no era sino crear una autentica
democracia social de base obrera (obreros industriales y campesinado).
Su modelo
social demócrata no debía basarse en intereses creados por la burguesía, (propietaria
de los medios de producción y en consecuencia
beneficiaria última de la comercialización de dicha producción) sino por
los intereses de la clase trabajadora (reparto equitativo de la riqueza
generada, colectivización de los medios de producción, abolición de la
propiedad privada de los medios de producción).
Para Lenín los
socialdemócratas europeos (alemanes principalmente), las reformas sociales se realizaban con un
fin determinado: mantener adormecidas a las masas, ocultándoles sus derechos y
exigiendo lealtad absoluta. A cambio las
políticas sociales tenderán a un plan de reformas sociales que aseguran el
bienestar de la población. Las reformas sociales eran a juicio de Lenín, el narcótico necesario para
evitar una revolución social que destruyera el sistema institucionalizado.
El pueblo debía
ceder soberanía (democracia representativa en el Parlamento = socialdemocracia
burguesa según Lenín) a cambio de alimentos, vivienda y trabajo. Al grito de “tierra, pan y libertad” muchos
revolucionarios de esa época se lanzaron a realizar diferentes acciones y crear organizaciones de todo tipo
(clandestinas en Rusia, libres en el extranjero).
Digamos que
en 1905 y en la etapa posterior a la revolución de ese año, el movimiento social
ruso fue progresivamente alineándose con
la variopinta literatura revolucionaria (la llamada “exégesis del marxismo”) que fue publicándose dentro y fuera de
Rusia. La idea de Lenín era llevar el
conocimiento de lo que ocurría, al pueblo y al obrero. Lo que quería era
despertar a las masas y ponerlas en el camino de la revolución.
Por supuesto
no podemos olvidar que en esta época Lenín era impresor y en consecuencia le
interesaban las noticias con mayor impacto mediático o que tuvieran mayor
audiencia entre su público objetivo. El populismo, la demagogia, la propaganda,
y una literatura subversiva fueron los medios de los que se valió Lenin y
seguidores para poner en marcha la revolución. Hoy Lenín sería un creador nato
de opinión y de contenidos en la red.
Tendría muchos seguidores, sería “trending
topic” y sus ideas estarían
ampliamente extendidas por diferentes capas de la sociedad.
Lenín estaba
en Ginebra cuando estalló la Guerra Mundial de 1914 a 1918. Allí llevaba una vida de pequeño burgués,
acomodado pero sin lujos, en un ambiente familiar normal. Su labor de impresor
incluía también sus estudios económicos, sociales, políticos, en línea con
corrientes de pensamiento “socialista”,
“tradeunionista”, “laborista” o “socialdemócratas” que estuvieron muy en
boga en aquellos años en Francia, Gran Bretaña o Alemania. Su activismo fue
ante todo de tipo culto, teórico e
intelectual. Para Lenín la
industrialización era la base del futuro para Rusia, generaría empleo y riqueza
al país, además de modernizarlo. Era
partidario como muchos rusos de la europeización de Rusia, en detrimento de la
rusificación impuesta por los zares.
En cuanto a
su posicionamiento político en Rusia, Lenín era partidario inicialmente por una
“entente cordiale” entre las
diferentes fuerzas opositoras al régimen zarista, en especial con aquellas que estuvieran
de acuerdo con los modelos socialistas o socialdemócratas. Una vez alcanzado el poder, se celebraría una
Asamblea Constituyente y a través de sus debates, se forjaría una nueva Rusia que
fuera libre, social y democrática.
En
programa evidentemente estaría el derrocamiento político del Zar y la abolición
constitucional de la institución monárquica.
“La socialdemocracia
revolucionaria siempre ha incluido e incluye en sus actividades la lucha por
las reformas. Pero no utiliza la agitación “económica” exclusivamente para
reclamar del gobierno toda clase de medidas: la utiliza también (y en primer
término) para exigir que deje de ser un gobierno autocrático. Además, considera
su deber presentar al gobierno esta exigencia no sólo en el terreno de la lucha
económica, sino asimismo en el terreno de todas las manifestaciones en general de
la vida sociopolítica”. (Lenín. “¿Qué Hacer?”. https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1900s/quehacer/que_hacer.pdf Esta obra fue publicada en 1901 en Londres).
La primera
Guerra Mundial, 1914-1918, lo cambió y
aceleró la agenda revolucionaria. Lenín estaba en Ginebra y durante la guerra
permaneció en la neutral suiza, donde pudo compartir tiempo e ideas con
numerosos refugiados y exiliados europeos.
Lenín no era
el único protagonista en la oposición contra el zar, también había opositores
desde el liberalismo, e incluso desde el interior del régimen zarista y de su
propia familia. Lenín era un grano en un
desierto de arena en 1914. Había varias
movilizaciones y conspiraciones en marcha a la vez. La de Lenín no era la más numerosa; aunque sí la que más ruido generaba por su
expansión mediática.
La guerra,
unida a la situación socioeconómica y política de Rusia, fue la llama necesaria para encender el
incendio de la revolución. Lenín había
logrado reunir en torno a un partido político (Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, POSDR) a un nutrido grupo de simpatizantes y
seguidores de sus ideas. Pero como en
todos los partidos el juego entre mayorías (llamados “Bolcheviques”) y las minorías (llamados “Mencheviques”) apareció
pronto (II Congreso) en el partido. Las mayorías se mostraron leales a Lenín y
a sus ideas revolucionarias de base obrera; las minorías buscaban un acercamiento
entre pequeños burgueses y obreros en torno a una causa común (el derribo del
régimen zarista).
En el III
Congreso del Partido la mayoría bolchevique se impuso frente a la minoría
menchevique en un agresivo enfrentamiento entre ambas militancias. Lenín quería que la revolución fuera liderada
por los obreros para de esta forma generar un gran impacto (mediático) en la Europa
burgués-liberal; al tiempo que provocar una llamada a la revolución a grupos revolucionarios
de otras naciones (“expansión de la revolución”).
Pero para
llevar a cabo las acciones revolucionarias primero deberían tomar el poder para
sacar a Rusia de la Guerra “Imperialista”. A finales de 1916 las bajas rusas fueron
enormes, lo que causó una gran indignación entre el pueblo. Esto fue debidamente canalizado por los
bolcheviques para ir preparando el terreno.
El 2 de
marzo de 1917 el zar, acorralado por todas partes, dentro y fuera de palacio,
tomó la decisión de abdicar en el Gran Duque Miguel, el cual no aceptó dicha
abdicación (era contrario a la actitud despótica del Zar), produciéndose de facto un interregno en el trono. El
estado ruso fuertemente articulado en torno a la corte imperial, se desmoronó y
provocó una profunda inestabilidad institucional y política.
A partir de
entonces los mencheviques asumen temporalmente el control del país (Revolución de febrero) ante la situación
creada. Este gobierno provisional incluyó a social revolucionarios
bolcheviques. Su intención de continuar en la guerra cumpliendo así sus
alianzas europeas, los bolcheviques iniciaron una guerra civil paralela. Se
prepararon para recibir a Lenín el cual fue presentado por la propaganda
revolucionaria como el líder indiscutible (y mesiánico) de la nación rusa. Sin
embargo para llegar por tren desde Zurich (donde vivía) hasta Petrogrado (nuevo
nombre revolucionario menchevique de San Petersburgo) debía atravesar campo
enemigo. Conseguir visados y la financiación del viaje era algo muy complicado para los
bolcheviques.
Aquí la
leyenda, se une a la propaganda y a la historia. Según algunos autores Lenín era en realidad un
agente al servicio de Alemania con un objetivo claro: provocar una
revolución que derribase al zar y tras
el derribo del zar firmar un tratado de paz por separado con Alemania (Tratado de Paz de Brest - Litovsk, 3 de
marzo de 1918). A cambio le financiaría el viaje y todo lo que conllevase la
revolución. Si seguimos esta hipótesis, el tren fletado exprofeso
para Lenín y su séquito (eran los únicos viajeros del tren), gozaría de
inmunidad diplomática hasta la frontera rusa, como efectivamente así ocurrió.
Alemania deseaba
que Rusia saliera de la Guerra, en parte para evitar un “frente oriental” que distrajese fuerzas del principal frente que
estaba estancado en Occidente. Por otra
parte Alemania temía una expansión por los Balcanes que abriera un nuevo frente sur. Eliminar al zar del juego era prioritario en
la estrategia del Káiser Guillermo II. Con esta revolución Alemania podía
concentrarse en el decisivo “frente
occidental”.
El día 3 de
abril de 1917 Lenín llegaba a Petrogrado y se puso al frente al día siguiente
de la revolución (por la mayoría bolchevique).
Gracias a la propaganda previa, fue recibido como un héroe de la clase
obrera y por el ejército. Se le
consideraba una figura carismática y mesiánica.
Sin embargo la guerra civil larvada
entre mencheviques y bolcheviques continuó incrementándose; al tiempo que
continuaba Rusia en la guerra mundial. El gobierno provisional estaba promoviendo un modelo similar al de Alemania
(social democracia de base burguesa) y reprimiendo a la mayoría bolchevique en
sus ansias revolucionarias.
Hasta la
revolución “bolchevique” del 25 de octubre
de 1917 la inestabilidad política, institucional, económica y social era
evidente en Rusia. La provisionalidad,
la falta de legitimidad, el arresto y el incierto futuro del zar, la rebelión de los Popes ortodoxos que no
querían un régimen ateo, los amotinamientos frecuentes de la marina y el
ejército aun “imperial” ante los muertos de la guerra mundial, las
continuas movilizaciones, manifestaciones y huelgas de obreros, eran caldos de cultivo para la revolución.
Lenín en
este ínterin remodeló el Parido Obrero Socialdemócrata de Rusia (cambió
el nombre a “Partido Bolchevique Ruso”)
atrayendo a mas militantes y haciéndolo presente en aéreas no exploradas como
era el ámbito del campesinado y el ámbito de los nacionalismos sometidos. Los
consejos comunales comenzaron a ser vistos como herramientas (a modo de
sindicatos y de agrupaciones locales) para unir al campesinado en torno al
objetivo revolucionario. Aprovechó
también para hacer una llamada a la convocatoria de una Asamblea Constituyente
que dotara al país de una constitución (la primera de Rusia). Como era habitual las discusiones
metodológicas con los mencheviques acabaron por
retrasar su convocatoria.
(Continuará)
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