Cataluña en el corazón
Con el
ambiente de luto aun en nuestros corazones por la matanza de Las Ramblas y
Cambrils, convendría ampliar el angular de la noticia.
¿Por qué? Se preguntan muchos. Desde hace
muchos años una organización terrorista comúnmente denominada ISIS, escindida
de la multinacional del crimen organizado Al-Qaeda, comenzó a convertir el
terrorismo convencional en una guerra armada. Para asentar su argumentación comenzaron por ocupar
territorios en oriente próximo y a llegar a alianzas con otras organizaciones
terroristas habituales en África. La argumentación dio lugar a la idea de reconstruir
el histórico Califato árabe-musulmán, recuperando para ello el territorio que
tuvo en su época de mayor esplendor, durante la edad media europea.
Con la
lógica basada en la historia entre “infieles
cruzados” y “guerreros santos de la
Yihad” se fueron introduciendo en la
sociedad musulmana, especialmente en las comunidades salafistas (con la que
compartían el ideario califal y yihadista) y en las que tuvieran un ideario más
conservador u ortodoxo (algunas escuelas radicalizadas suníes y chiíes). Pronto
el movimiento “yihadista” de estos
promotores del califato, consiguió que algunos estados les financiaran (como
Arabia Saudí), alterando con ello el equilibrio de poder en la ya de por si
convulsa región de Oriente Próximo y Medio.
La toma de Mosul,
donde poco tiempo antes se había hecho prospecciones petrolíferas encontrándose
los mayores depósitos de la región, fue determinante para su expansión
territorial y del movimiento a escala internacional. Al apoderarse del crudo
entró de lleno en el negocio energético regional, solo que la venta del mismo
se hizo fuera del mercado convencional regulado por la OPEP/OPEC. El precio de crudo vendido por el ISIS bajó a
límites intolerables para las economías petroleras y para las industrias
consumidoras o proveedoras.
Esto dio
lugar a una brutal guerra económica, en la que “Occidente” liderado de nuevo por Estados Unidos, se enfrentaba al
autoproclamado “Estado Islámico de Irak y
Levante” (También denominado ISIS, EI, DAESH…) en una guerra convencional sobre
el terreno (Guerra de Siria, operaciones militares conjuntas estadounidenses-iraquíes
en Irak para la liberación de Mosul, guerra en Afganistán contra los talibanes,
etc…) y en los parquets de las principales
potencias petrolíferas. En este juego geopolítico y financiero, las alianzas de
la antigua guerra fría se han restablecido, generando así conflictos periódicos
entre las diferentes coaliciones que combaten al ISIS.
España
forma parte, junto a la UE, de la alianza UE-Estados Unidos, aportando
efectivos militares, armas y apoyo logístico sobre el terreno. Por tanto es uno
de los países enemigos del ISIS. En estos momentos la acción del ISIS en
Oriente Próximo está reduciéndose al haber perdido Mosul, teniendo en su
desesperación que recurrir a la llamada a la “Yihad” internacional contra los “cruzados” occidentales movilizando a lobos solitarios y células
dormidas. Recuerda en cierta forma al
hundimiento del régimen nazi. En su desesperación, el régimen nazi tuvo que
acudir a niños y adolescentes soldados para poder inútilmente defender la
ciudad en ruinas de Berlín.
Vemos el
mismo modus operandi que entonces. Gracias a influyentes y carismáticos imanes
salafistas (una minoría en España) atraen a niños y adolescentes vulnerables a su
causa. Si la sociedad les rechaza, el islam les acoge. Con este simple pero
efectivo mensaje, los chavales se unen a la causa “yihadista”. Es el mismo sistema que usan las sectas destructivas
para captar adeptos. El ISIS en el fondo es una secta salafistas. Son captados, pero con el condicionamiento de
convertirse en “soldados” por la
causa común de derrotar a los “cruzados”. Fuertemente adoctrinados les convierten en
fanáticos irracionales. Un adoctrinamiento del odio que a menudo no es fácil
detectar por la estrategia de fingir ser chicos normales, hasta que son
movilizados.
Ante esta
situación cabría preguntarse ¿Qué es lo que ha fallado en el sistema educativo
para que estos chavales metidos a terroristas, no tuvieran armas sólidas para
rechazar con argumentos la captura por parte de sectas como las que estamos
tratando? ¿Qué ha fallado en la política
de integración de la población extranjera en riesgo de exclusión, para que
estos chavales se sintieran maltratados o no se ubicaran culturalmente en
España?
Creo que la
respuesta debe dar lugar a una reflexión más importante en el seno de las
instituciones políticas, no sólo españolas, sino a nivel europeo; así como en
el seno de las instituciones educativas y culturales. Debería existir una mayor
relación y cooperación con las comunidades islámicas españolas de tal forma que
se detecten con carácter preventivo estas irregularidades en el sistema. A veces no es fácil, debido al carácter sectario
del ISIS.
Hay que
reforzar sin duda el trabajo con los menores y en el ámbito educativo hacer
mayor hincapié en la diversidad y en la convivencia religiosa. Los sistemas de
alerta a todos los niveles deben mejorarse para evitar pérdidas humanas o que
chavales caigan en las redes de estas sectas destructivas. Hay que atacar al
reclutamiento de futuros terroristas. Hay
que dejar de vender armas o comerciar con países que financian directa o
indirectamente al ISIS.
Una de las
cuestiones que también debería tratar el poder político es frenar el odio y la
extensión de grupos o movimientos considerados “ultras” en España (Personalmente seria proclive a ilegalizar las
formaciones políticas con este ideario que, por desgracia, aún subsisten); pero
también a aquellos grupos antisistema de izquierdas que por llamar la atención,
generan también odio sistémico contra todo aquel que no piensa como ellos.
Incluso la Conferencia Episcopal Española debería
frenar también a personas y grupos eclesiales con un ideario político-religioso
tradicionalista o fundamentalista que en esencia promueven el odio o el combate
al islam desde argumentos doctrinales católicos en muchas ocasiones desfasado y
anacrónico.
En este
sentido se debería denunciar a nivel de instancias jerárquicas eclesiásticas superiores
(o a través de tribunales civiles), a aquellos cardenales y obispos españoles
que hacen proselitismo de un catolicismo extremista, racista, xenófobo, “ultra” o “neo franquista” y excluyente. Se debería dejar claro y de forma contundente
que la Iglesia Católica no está en contra del Islam. No somos católicos “cruzados”, ni creemos en las cruzadas. Somos mayoría los que así pensamos y
creemos dentro de la Iglesia Católica. No sólo debería hacerse con un comunicado
institucional de la CEE; sino también hacer una o varias campañas de
sensibilización a nivel de parroquia para acabar con este cáncer islamófobo. Los “ultras”
políticos se apoyan en el tradicionalismo católico para justificar sus acciones
políticas.
Los medios
de comunicación deben hacer un ejercicio de decencia y responsabilidad ante el mensaje
que se quiere transmitir por parte de la sociedad española y de sus
instituciones. No se trata de censurar, sino que hagan un ejercicio de
responsabilidad comunitaria ante hechos como el que por desgracia han ocurrido
en el corazón de Barcelona.
Desde este
que escribe, mis condolencias a los familiares de todos los fallecidos y mi apoyo
a los que aún se encuentran en los hospitales. No se catalán, pero yo estoy con
Barcelona, con los catalanes que sufren el zarpazo del terrorismo, y como ellos
yo tampoco tengo miedo a estos fanáticos y sectarios terroristas. Mis aplausos
a las instituciones por haber dado una imagen de unidad y aparcar, por
desgracia me temo momentáneamente, los asuntos que los dividen. Mis aplausos a los ciudadanos barceloneses por
su carácter fraterno y hospitalario. Mis aplausos a los cuerpos y fuerzas de
seguridad de las tres administraciones.
Comentarios
Publicar un comentario