Bajo el espíritu de Don Carnal
El arranque del ciclo electoral
de 2019 (de 2015 prorrogado), en una España convulsa, una Cataluña insumisa y
una clase política decadente, me lleva a
sugerir asistir al gran espectáculo del
cine a través de la comedia, que es el género que pega en esta época de
carnaval, aun bajo el reinado de Don Carnal.
Toca reírse y divertirse…. Para no llorar.
Recomiendo a los cinéfilos la
trilogía de «La
familia Leguineche»: «La Escopeta Nacional» (1978); «Patrimonio Nacional» (1981) y «Nacional
III» (1982) dirigida por el gran director José Luis García Berlanga (1921-2010).
Como Cervantes hizo con su Don Quijote;
Berlanga muestra la corrupción en estado puro de la clase política contemporánea
española. Muestra un retablo de mentalidades trasnochadas, ideales utópicos y
pensamientos impuros en torno al pecado de la carne (el pecado original de los
españoles según Berlanga); así como el arribismo político y el auge de la «cultura
del pelotazo». ¡Como hubiera disfrutado Berlanga con la España actual! Sin duda le habría sacado
jugo.
A base de gags concatenados y de
situaciones absurdas, casi surrealistas en ocasiones, la corrupción surge de
las cosas más triviales y menos esperadas por el público (ahí está su encanto).
En la época fue todo un escándalo, no solo por los gags eróticos propios de la «cultura
del destape»; Berlanga abandonaba el
arte de evitar la censura para hablar sin tapujos, atacando a la denostada y
decadente clase dirigente del tardofranquismo desalojada del poder sin piedad. Siendo políticamente incorrecto.
Pero también criticaba a los nuevos
ricos que se creían descendientes «de la pata derecha del Cid». Los cuales en una suerte de travestismo ideológico y político
resultaban ser demócratas de toda la vida, de la noche a la mañana.
Si antes era preciso vestir de Falange
o de carlista (Ser carlista daba mucho pedigrí en la España franquista),
levantar el brazo a la romana y cantar el «Cara al Sol con la camisa nueva»;
ahora en la nueva España democrática solo había que cerrar el puño, ponerse una
rosa en la solapa, vestir de pana y elevar el brazo más arriba, cantando la
Internacional.
Lo que fuera necesario para conseguir un buen «pelotazo» que le asegurara
riquezas de por vida. El sueño español era «vivir de rentas como un marqués» y
un buen «pelotazo» era la forma más rápida de conseguirlo; pero para eso debían
escalar en política. La corrupción era el método más rápido y más utilizado.
El propio Luis Escobar, en tanto
marqués titulado, tuvo problemas en la
alta sociedad matritense, incluso hubo
rechazo por parte de la nobleza más cercana al franquismo, la cual le acusaba
de ser «un traidor a Franco y a su clase». La película, en tono de comedia, ridiculizaba
a los nobles titulados y los presentaba como añejos cortesanos de rancio
abolengo. Un verdadero «patrimonio nacional», que como los jarrones chinos, nadie sabe dónde
colocarlos o para que usarlos (Berlanga convierte a estos jarrones chinos en
meaderos improvisados, todo un símbolo escatológico de una nueva época).
La trilogía me lleva a enmarcar la
transición española como una suerte de carnaval improvisado, en el que todo
estaba por hacer, pero nadie daba un palo al agua. Los antiguos franquistas travestidos
de demócratas cuales arlequines, buscaban la forma de enriquecerse de forma
rápida, inventando inútiles políticas que no contribuían en nada al desarrollo
del país. En realidad nadie quería que nada cambiase (Gatopardismo). Ya se sabe que con Franco (con la careta de
augusto, pero actuando como polichinela)… se vivía mejor.
La derecha tardofranquista (nueva
derecha democristiana para hacerla democrática), pensó que esto de la
democracia se iba a liquidar en un par de telediarios y que a lo sumo sería
como la fracasada segunda república. Por
ello no tuvieron inconveniente de crear
coaliciones de partidos afines, mientras pensaban como regresar a la dictadura
y poner orden.
Los franquistas acérrimos (les
llamaban el «Bunker») siguieron en su
mundo idealizado, ubicado para su desgracia, en un mundo real que los había apartado
bruscamente del poder. Los «posibilistas»
que eran la vetusta clase alta
empobrecida y los nuevos ricos arribistas de clase media, crearon una inestable «Alianza Popular» (1976-1989)
bajo la batuta de Manuel Fraga Iribarne, antiguo Ministro de Información y
Turismo del último gobierno del régimen franquista. El había estado en el
moderno Londres y eso siempre fue algo admirable: ¡sabía hablar inglés!… en la intimidad para no asustar a propios.
Escindidos de estos, surgieron los
denominados genéricamente «aperturistas» (a los que también se les podría
denominar «neofalangistas joseantonianos») que en torno a la figura de Adolfo
Suárez y la «Unión de Centro Democrático», trataron de construir un centro político,
favorable a la «cultura del pelotazo» y dotar de contenido democrático a la
Transición por la vía reformista (la tapadera ideal). Muchos vieron en Suarez «el chocolate de El Loro».
Todo el mundo tendría su parcela de poder y ese poder posibilitaría la creación
de infinidad de negocios en la reconstrucción urbanística de España y en el
turismo de masas. Prometía la tierra prometida…. A unos cuantos. Los nuevos
ricos se apelotonaron por entrar en la UCD (1976-1982) y por hacer campaña a su
favor. Era el partido de moda en aquellos años, incluso entre la juventud de
izquierdas.
En general vox populi: «Alianza Popular»
era el partido de los ricos, clase alta y del Opus Dei; la UCD era el partido
de los falangistas joseantonianos o hedillistas, democristianos y social
demócratas posibilistas. Las dos grandes
familias del régimen se trasmutaban en partidos políticos democráticos. Las luchas de poder entre ambas formaciones, reprodujeron las luchas de poder que antaño
tuvieron en el régimen franquista. Nada nuevo bajo el sol. La historia se
repite.
Pero por la izquierda tampoco se logró
nada. De ahí también la crítica descarnada de Berlanga hacia la corrupción
política de los años 80, década dominada por el gobierno socialista. Las películas de Berlanga a las que he hecho
referencia muestran esa etapa inicial del socialismo de la transición (No
confundir con los sucesivos socialismos).
Si bien había buenas intenciones, en la práctica al PSOE de González le
pasó lo mismo que a la UCD: su éxito provenía del apoyo de nuevos ricos que se
apelotonaban ante sus sedes a tratar de conseguir el negocio de sus vidas. Como enriquecerse en poco tiempo (Hubo
hasta libros que aconsejaban como hacerlo).
Fue el PSOE el que acuñó el
concepto de «cultura del pelotazo» que se sustanciaba en una corrupción política
municipal basada en políticas de planificación urbanísticas sin ningún tipo de impedimento
legal o control gubernamental. La alianza clase política – Empresa urbanística
se hizo viral en los años 80, teniendo su traca final en el gran «pelotazo» de la Expo
92 de Sevilla y en el escandaloso caso Filesa (el Gürtel del PSOE).
La llegada de la derecha renovada («Partido
Popular), existente desde 1976, sustituyó a AP en la bancada de la derecha en
1989) sirvió para que la corrupción
urbanística y política alcanzara sus máximos históricos. El saqueo continuo, a manos llenas, de las arcas públicas en una suerte de
neoliberalismo expansivo (la gallina de los huevos de oro) llevó a ser vista la
clase política y empresarial como algo
repugnante.
A partir del cambio de siglo la
desafección de la clase política fue en
aumento hasta llegar al 15 m cuando la indignación alcanzó sus cotas más altas.
La sobreinformación digital destapó la podredumbre del sistema político,
financiero y empresarial de este país, cloacas y aledaños pestilentes. La crisis del 2008, muy mal gestionada por los
gobiernos coetáneos, ha dado como
resultado un país que, en esencia, carece de hoja de ruta y de líderes políticos limpios y
ejemplares.
Cuarenta años después del inicio de la
transición, la «cultura del pelotazo» sigue siendo el modus operandi de la
clase política española. Menos mal que
muerto Berlanga aun nos quedan las chirigotas carnavaleras de Cái para alegrarnos la existencia.
Paradójicamente Franco sigue siendo el
protagonista indiscutible de las chirigotas y por desgracia de realidad
española de hoy. Ni el mismo se lo hubiera imaginado. A lo mejor si lo dejó «todo
atado y bien atado» y no lo hemos visto hasta hoy.
Queridos españoles/as:
No os preocupéis. ¡Aquí no paza ná! tó sigue igual y como
se suele decirse…. «El que venga detrás que lo arregle» ... que yo estoy hasta los Coj…
de esta clase política inútil e inservible.
¡Vámonos
al Carnaval pisha!
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