Porfirio Smerdou, próximo hijo adoptivo de Málaga
Hoy nos hemos desayunado con la
feliz noticia por la cual la Concejala de Cultura del Exmo. Ayuntamiento de
Málaga, ha dado cuenta del impulso dado a los trámites para conceder el título
de hijo adoptivo a D. Porfirio Smerdou Fleissner (1905-2002), Cónsul Honorario
de México en Málaga. Así como otros homenajes asociados.
Este reconocimiento es un hito en
el largo camino de reivindicación de su figura y de la salvación de seres
humanos en peligro, en el contexto de una guerra fratricida, por parte de
Porfirio Smerdou. Para poder entender su vida y el “milagro de villa Maya” es
preciso viajar en el tiempo hasta la Málaga de los años 1936 y 1937.
Málaga hasta finales del siglo
XIX fue una capital de provincias (la quinta en población de España), cuya
economía se basaba en la combinación de actividad agropecuaria y actividad
industrial. El puerto de Málaga era el epicentro de toda la actividad comercial
y la alameda principal representaba a su núcleo financiero.
La ciudad estaba por entonces
gobernada por la conocida como “oligarquía de la Alameda”, compuesta por un
grupo selecto de familias, cuya distinción venia dada por lo abultado de sus
rentas y patrimonios, los más altos de la provincia. Su poder económico permitía componendas con
el poder gubernamental local y ello en una sociedad de “clases” muy
estratificada, significaba ostentar el “Poder” con mayúsculas a nivel local.
En este orden de cosas, la crisis
de la Filoxera, que acabó con los viñedos de la provincia y hundió el mercado
del vino malagueño, principal sector económico de la provincia puso punto final
a una sociedad basada en el monocultivo agrícola e industrial, el “clasismo”
como forma de ordenar la sociedad y en una política oligárquica claramente
exclusiva y excluyente. Muchas familias distinguidas malagueñas se arruinaron
deviniendo en clase media y desapareciendo completamente su influencia a
efectos económicos o políticos. Mantuvieron el “orgullo de apellido” en el
contexto social. Dejaron de ser “importantes” en la sociedad.
El arranque del siglo XX y tras
la pérdida de los mercados coloniales, se generó un clima de “regeneración” en
todos los órdenes. La sociedad exigía cambios en la configuración del estado y
del gobierno de España ante el nuevo estatus internacional al dejar de ser un
imperio y una potencia colonial. La mayoría de la “clase política” y de la
opinión pública, del momento demandaba caminar hacia un modelo político
“democrático” y europeo.
Los que antes detentaron el
poder, ahora ya no eran importantes. Ahora eran las clases medias e inferiores
las que asumieron la tarea de construir una “nueva España” desde las
instituciones y la participación ciudadana en los partidos políticos,
sindicatos y asociaciones. Como en otras épocas de la historia de España, los
cambios generan bandos y bloques contrapuestos, los que quieren que nada cambie
(reaccionarios) y los que quieren que cambie todo (revolucionarios). Es lo que
comúnmente se denomina “el mito de las dos Españas”.
En este nuevo orden de cosas el
poder de las empresas familiares, de los propietarios de haciendas
agropecuarias, de los propietarios de fábricas y empresas mercantiles, disminuyó
hasta el punto de que hubo aumento de ventas de terrenos, casas y otros inmuebles
para poder hacer frente a la crisis sobrevenida. El servicio doméstico se
redujo hasta lo imprescindible, dejaron de celebrarse saraos y fiestas en las
mansiones, dejaron de mostrarse de manera ostentosa y lujosa en público. Se
impuso la austeridad.
A mediados de década de 1920 y
durante los años 30 todos en la casa familiar debían buscarse un medio de vida,
dado que las rentas del patrimonio familiares ya no daban para vivir. Hasta las
mujeres, que no trabajaban antes por considerarse impropio de su clase,
tuvieron que buscarse un trabajo con el que vivir, “porque los tiempos así lo
exigían”. En esta época abundaron los
profesionales por cuenta propia, la función pública, la carrera eclesiástica o
militar eran las salidas laborales mas habituales para las familias
distinguidas, que, en el siglo anterior, detentaron el poder. El trabajo pasó
de ser un castigo divino, a ser un derecho reconocido.
La austeridad se reflejó en el
cambio de vestuario, más minimalista y menos colorista; y en las fiestas o
saraos de la época, que ya se hacían en hoteles y no en las mansiones como
antiguamente ocurría. La decoración de las mansiones pasó a ser mas moderna y
funcional. Como ya no se realizaban grandes recepciones o fiestas, no
necesitaban ni un salón de baile; ni una zona publica separada de la privada.
Los espacios en las casas se modificaron para hacerlos mas confortables, mas
hogareños, más familiar y más del gusto de sus propietarios. En esta época dejaron de formarse matrimonios
concertados y comenzaron a casarse por amor y sin presiones familiares. Ya no
era un negocio el matrimonio concertado.
Porfirio Smerdou se casó en 1927
con la malagueña Concha Altolaguirre Bolín (hermana del poeta) y se instala en
Málaga, alquilando “Villa Maya” en la Urbanización El Limonar y transformándola
en su residencia habitual. En 1931 es nombrado, en sustitución de su padre,
como Cónsul Honorario de México en Málaga, con jurisdicción en toda Andalucía
Oriental y en el Protectorado Español en Marruecos (1912-1956).
Durante la república Porfirio y
su mujer mantuvieron con muchos vecinos del Limonar y la Caleta excelentes
relaciones personales. Su mujer pertenecía a una de las familias mas
distinguidas de la ciudad en la edad de oro de la industrialización malagueña.
Descendiente del frondoso árbol genealógico de los Livermore, considerado el
“Gotha” malagueño.
Profesionalmente, en palabras de
su hijo, era un “buscavidas”, era lo que por entonces se denominaba un
“pluriempleado”. Una persona que se buscaba la vida como podía, en una época de
fuerte desempleo y pocas perspectivas de mejoras en el terreno laboral. Hizo de todo y emprendió muchos negocios. Su
carácter y personalidad le ayudaba a encontrar apoyos en todos aquellos
dispuestos a darle una oportunidad.
Cuando estalló la guerra en 1936,
el gobierno mexicano procedió a retirar la acreditación a los cónsules en
España. Porfirio quedó “en funciones” a la espera de que el gobierno mexicano
otorgase la acreditación consular a otra persona. Estuvo en el cargo hasta
1939.
Al comienzo de esta, las familias
de la Caleta, entre las que estaba la propia familia política de Porfirio, se
dividían entre los que querían salvarse y los que deseaban resistir. La mayoría
optó por la primera opción, solo una minoría quería formar un frente común para
resistir en línea con la sublevación militar. La cuestión, para las familias
que deseaban salvarse era saber cómo hacerlo.
Su idea era salir hacia la “zona ocupada” por los militares sublevados
el 17 y 18 de julio de 1936. Pero necesitaban ayuda para llevar a cabo sus
pretensiones.
La ciudad de Málaga, al igual que
otras muchas ciudades situadas en la lealtad al orden constitucional, cambió el
modelo gubernamental normal; por un nuevo modelo basado en “comités”. Al igual
que las juntas de gobierno durante la guerra de la independencia del siglo XIX,
este nuevo poder popular respondía a la coyuntura de hacer frente a un contexto
bélico sobrevenido.
Málaga quedó como un enclave
republicano en una Andalucía ocupada por las tropas sublevadas. Málaga era una
plaza clave para los sublevados. Por tanto, las amenazas de invasión o ataques
directos eran muy reales. El miedo y la necesidad humana de ponerse a salvo
fueron motivaciones suficientes para que muchas familias malagueñas atrapadas
en el conflicto quisieran salir de la ciudad. Salvar la vida era mucho más
importante para las familias de la Caleta, que las ideas que pudieran tener.
Era prioritario buscar una salida segura.
Los comités revolucionarios
descontrolados y algunos sectores radicalizados del Comité de Salud Pública
(controlado por los sindicatos, comunistas y anarquistas) comenzaron a hacer la
revolución por su cuenta y riesgo, al margen de las consignas gubernamentales
oficiales. Estas pedían calma, trataron como pudieron, de hacer cumplir la ley.
Los descontrolados entraron a saco,
sangre y fuego en la Caleta procedentes de los barrios obreros periféricos y
confluyendo en la Caleta a través del camino nuevo.
Muchas casas y mansiones
ardieron, muchas fueron desvalijadas, muchos vecinos resultaron muertos por
estos descontrolados que pensaban estar viviendo la revolución bolchevique.
Vanos fueron los intentos de la menguada guardia civil del cuartelillo del Limonar
para parar los destrozos y asesinatos. La ley se desvaneció por imposición de
la ley de la selva. El camino nuevo se convirtió en un funesto campo de
ejecución y terrible fosa común.
En este estado de cosas muchos
acudieron a los vaciados consulados del limonar en espera de encontrar alguno
abierto y poder escapar de algún modo. Porfirio aun se mantuvo en su casa, la
tenía buenos contactos, era amigo del gobernador provincial y de gran parte del
gobierno local; pero el hecho de pertenecer al “Socorro Rojo Internacional”, le
permitió sobrevivir y no ser señalado.
Aun así, seguramente estaba preocupado por la gravedad de los
acontecimientos. Hay que tener en cuenta que ya no era formalmente cónsul, y su
casa no gozaba de inmunidad diplomática, por lo que en cualquier momento podía
ocurrir lo peor. No obstante, su carácter optimista le permitió quedarse en la
ciudad. Gracias a ello pudo hacer su
gran labor humanitaria.
Muchas familias de la Caleta
pudieron salvarse gracias al asilo oficioso que les ofreció Porfirio. Gracias a
sus contactos, gracias a las personas que colaboraron con él, pudo salvar a mas
de 500 personas en muy pocos meses y sin apenas medios de subsistencia. Aquello
fue considerado como el “milagro de los panes y los peces”. Para mí y otros fue
el gran “milagro de Villa Maya”.
La humanidad de Porfirio es la
que hoy también es premiada y reconocida oficialmente. Las personas son siempre
mas importantes que las ideas o creencias.
Hoy para algunos la guerra civil
sigue presente en la mentalidad de muchos españoles, incluso pareciera que
algunos la desean. Creo que este
reconocimiento es también de algún modo una llamada de atención hacia esa
“tercera España” que huye de los extremismos y radicalismos. Que desea la paz
social, política y económica. Que apuesta por el consenso y la concordia. Muchos son los problemas que hoy aquejan a
España, pero la solución no está en enfrentar a los españoles; sino en apostar
por la paz y la concordia.
Porfirio Smerdou con sus escasos
medios y la mucha ayuda que recibió por parte de amigos y familiares, pudo
salvar a mas de 500 personas de la barbarie de la guerra sin pensárselo dos
veces. Arriesgando incluso su propia vida.
Este reconocimiento se debe al
hecho que muchos descendientes de los que estuvieron asilados en “Villa Maya”
no nos hemos olvidado de su memoria, de su figura, de su obra humanitaria. Como
hijo de asilada, solo siento agradecimiento por su labor. Sin él, ni mis
hermanas, ni yo, hubiéramos nacido. Le
debemos la vida, por tanto.
Cuando me propuse contribuir, a
través de mi colaboración personal con Félix Álvarez Martin y después con la
Fundación Villa Maya, lo hice por agradecimiento a Porfirio (que ofrecí en
nombre de mi familia, a los hijos y nietos de Porfirio personalmente) y porque
era una figura relevante que los malagueños necesitaban conocer. Una persona como Porfirio no puede quedar en
el olvido. Quizás los acontecimientos
como el derribo de “Villa Maya” hayan acelerado la reivindicación de su memoria
públicamente; pero mejor eso que no hacer nada. “Nunca es tarde, si la dicha es
buena”.
Hoy desgraciadamente no podemos
contar con la “Villa Maya” original, un error administrativo terrible e
imperdonable, que hubiera sido un magnifico centro de interpretación para
conocer la figura de este gran malagueño de adopción; pero si podemos contar
con el recuerdo, la memoria y el apoyo que Porfirio está recibiendo de muchos
malagueños, de todas las ideologías. Es una figura de consenso democrático que
representa la concordia y la paz.
El reconocimiento es un primer paso, algo que era imprescindible que ocurriera. Eto ha sido posible en gran parte gracias
principalmente a Félix Álvarez Martin, a los crecientes seguidores y amigos de
la Fundación Villa Maya y sin duda a la productora Quinta Planta, que han sido
protagonistas indispensables desde la sociedad civil para realizar esta labor
de recuperación de la memoria de Porfirio.
El Ayuntamiento finalmente se ha
involucrado, gracias principalmente a la voluntad de su alcalde, a la concejala
de cultura y también a las fuerzas políticas representadas en el pleno
municipal que, por unanimidad (sin ningún voto en contra), decidieron tiempo atrás, concederle
el titulo de hijo adoptivo de la ciudad y concederle la medalla de oro de la
ciudad. A petición nuestra también solicitamos que le pusiera una estatua o un
busto a Porfirio en calle Republica Argentina, 19. Vemos que así lo han
recogido e incorporado al homenaje previsto. Esperemos que el homenaje solemne que se
merece Porfirio sea lo antes posible y que no se demore por más tiempo. Málaga
lleva mucho tiempo esperando este homenaje.
En muchas ciudades del mundo se
reconocen los lugares históricos, memorables de hechos importantes, reconocidos
y homenajeados. Lo que queremos es que las nuevas generaciones sepan lo que
allí ocurrió y que cualquier persona que pase por allí sepa lo que allí ocurrió
y quien era Porfirio Smerdou. Es una forma de dar a conocer la historia local,
es recuerdo y memoria para la sociedad, es cultura y conocimiento.
Los tramites, por desgracia, aún
siguen encallados en la Junta de Andalucía. Una mala decisión e interpretación
de los hechos por parte de un “experto” (que desconocía completamente los
hechos y fue mal informado) está dificultando el reconocimiento oficial. Es
lamentable que, habiendo consenso social y unanimidad municipal en el
reconocimiento, no se corrija el error cometido y se le de salida a un trámite,
que por otra parte tampoco es tan complicado.
Pedimos a las autoridades de la
Junta, en el ámbito de sus competencias y responsabilidades, que se avengan a
solucionar cuanto antes este lamentable error. Nosotros seguiremos trabajando
para conseguir también este otro reconocimiento público a través de
interpelaciones parlamentarias, reuniones con las autoridades competentes y a
través de los cauces en los que la ley nos permita participar o actuar.
Nosotros consideramos que el
mejor tributo que podemos ofrecer a Porfirio es no crear divisiones en la sociedad. Aceptamos, siempre desde el respeto, el consenso y
la concordia como herramientas de trabajo.
No tenemos ningún vínculo formal con ningún partido político; ni
adoptamos ninguna ideología como entidad.
Todo aquel que desee conocer la
vida y obra de Porfirio, que quiera conocer lo que supuso “villa Maya” será siempre bienvenido. Cualquiera que quiera aportar datos e informaciones,
documentos, fotos, estaremos encantados de recibirlos. Contra más información
tengamos, mejor conoceremos a Porfirio y su obra. En este sentido desde la Fundación estamos ya
en conversaciones para poder digitalizar el archivo de Porfirio, que se
encuentra en Madrid. En cuanto podamos
acceder al mismo, lo llevaremos a cabo. De esta forma Málaga y los
investigadores malagueños podrán contar con una copia digital de su archivo.
En la Fundación, cumplimos la ley
y les recordamos a las autoridades que también deben cumplirla en el ejercicio de
sus responsabilidades. Entendemos que la guerra civil suscita grandes
apasionamientos dependiendo del color con el que se la mire; pero entendemos
también que el legado de Porfirio es trabajar para su reconocimiento al margen
de las ideologías o de las luchas partidistas. Porfirio salvó a muchas personas
de ambos bandos y eso es, para nosotros, lo más relevante e importante.
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