De "Mr. Presidente" a "Mr. Ciudadano"
Harry Truman al dejar la Presidencia
Federal de los Estados Unidos de América en 1953 se preguntó como cambiaría su
vida tras dejar el cargo presidencial. Como pasaría de ser “Mr. Presidente”
a ser “Mr. Ciudadano”. En sus
memorias (Truman, Harry S. "Mr.Ciudadano". Barcelona, Plaza y Janes,1960 ) Harry Truman hizo una reflexión sobre el concepto de dirigente público.
En una frase lapidaria, Mr.
Truman opinaba que la “Presidencia es un don del pueblo, que elige al
presidente por un tiempo limitado”. El opinaba que los ex presidentes
podían tras su marcha seguir contribuyendo al bienestar del pueblo desde su
retiro, transmitiendo su experiencia; al mismo tiempo que recuperaban su vida
personal y su anterior trabajo.
Pero la vuelta a casa no es
fácil, cuando se ha tenido comodidades, privilegios y medios ilimitados a su alcance. Rodeado de
una constelación de asesores, funcionarios y personal de seguridad, el
presidente nunca ha estado solo durante el ejercicio de su cargo. Cuando
regresa a su vida anterior, nada de todo esto existe y por tanto la libertad se
muestra un tanto amarga. El ex presidente es un ciudadano más con los mismos
derechos, libertades y obligaciones que cualquier otro ciudadano corriente.
Cierto es que el prestigio de
haber sido ex presidente le daba ventajas a la hora de encontrar un nuevo
empleo u ocupación, les llueven las ofertas. Truman opinaba que un ex
presidente no debía aprovecharse de su paso por la Casa Blanca para obtener un
puesto en provecho propio. Todas las
ofertas que le presentaron, las rechazó.
En la democracia actual uno de
los debates recurrentes es que hacer con los ex presidentes y por extensión con
los ex cargos públicos. Felipe González, con sorna, opinaba que los ex
presidentes eran como esos “jarrones chinos” heredados que nadie sabe
donde colocarlos y que uso darles.
En las monarquías absolutas y en
las dictaduras este fenómeno estaba resuelto, los cargos eran vitalicios; así pues, una vez muerto el dirigente, ya no existía el problema. Pero en una
democracia la elección de los presidentes y de los parlamentos corresponde al
pueblo soberano, quien a través de un sistema electoral los eligen generalmente
para cuatro años. Con lo cual el
recambio en la cumbre es muy habitual. Pero genera este espinoso problema: ¿Qué
hacemos con los ex Presidentes y ex altos cargos?
En España hemos visto en los
últimos años el fenómeno de las “puertas giratorias” mediante el cual el
ex cargo público logra obtener un puesto en un consejo de administración de una
gran empresa pública o privada como simple asesor a tiempo parcial una vez
cesado de su cargo. La vuelta a casa y a
la vida cotidiana se les antojaba y antoja a la mayoría de los políticos muy
difícil.
H. Truman pensó que lo mejor era
aprovechar el potencial de conocimientos, experiencias vividas, contactos al
más alto nivel, de los altos cargos; para asistir y asesorar a los nuevos
titulares en beneficio del bien común. Es una forma de poner en valor su valía
y su conocimiento. Esto también es “I
+ D + i” aplicado al ejercicio de la
política.
En los siglos XVIII y XIX en los
parlamentos se citaban a los grandes políticos y filósofos de la antigüedad,
muchos se remontaban a la experiencia positiva anterior, a la jurisprudencia, a
la costumbre. La oratoria se cultivaba, los estudios se prodigaban, el
conocimiento se apreciaba. Para los políticos de la democracia occidental
primigenia, el conocimiento era la principal fuente del ejercicio de la
política. Los políticos eran personas “ilustradas”, cultas, educadas y
respetuosas. Con principios éticos inamovibles.
Por ello aprovechar su potencial en su retiro era muy importante para lograr
el “progreso” de la nación.
En el siglo XX el desarrollo de
las tecnologías de la información y la comunicación desvirtuó el papel del político medio y convirtió
al cargo político en una especie de “Showman” mediático cuyo prestigio e
influencia se medía en términos de audiencia televisiva. La rivalidad entre
fuerzas políticas se medía en niveles de griterío y trapos sucios arrojados al
contrario. Contra más violencia teledirigida,
más nominaciones obtenía del público.
A la política llegaban muchos
analfabetos de la política, que de forma arribista habían alcanzado la cumbre
por medio de métodos poco claros. Ya se
sabe que lo importante para el éxito de un partido según Berlanga, es que la
cara del político siempre “quede bien en televisión”. Ya no se necesita
un político, basta con un tertuliano famoso o actor mediático para el puesto.
Tampoco debe saber mucho, porque para eso están los técnicos intermedios, que
son los que realmente saben y manejan los hilos. Muchos politólogos han
considerado que la política en el siglo XX ha sido un autentico circo mediático
y en cierta manera aun sigue siéndolo.
En esta tesitura analizar el
futuro de los ex presidentes y ex altos cargos se antoja aun más complejo que
en centurias anteriores, dado que estos políticos no tienen el bagaje formativo
y de conocimientos que tenían los anteriores a
1960/70. Son unos “jarrones”
muy frágiles que no se les puede colocar en cualquier parte porque se
rompen. Quizás por eso, los consejos de administración o fundaciones
sean los “cementerios de elefantes” idóneos para esta generación de políticos que desarrollaron su carrera a finales del
siglo XX y principios del XXI.
Dado que ahora surge una nueva generación de
políticos, para los cuales convendría ir pensando donde colocarlos en el
futuro, cuando una nueva generación reclame su protagonismo. Los políticos
jóvenes de hoy serán sin duda los “jarrones chinos” de mañana.
Convendría ir creando un protocolo para esta necesidad, en especial a lo que la
formación política se refiere.
Si formamos bien a la gente y a
los políticos, el resultado será positivo para el país durante su mandato y
también después, una vez que deje el cargo. A mi juicio esta es la mejor forma
de acabar con “las puertas giratorias”.
Si los ex altos cargos son rentables en términos de conocimiento, el
Estado debería encauzar su actividad en beneficio de todos.
Por ello es importante que quien
ocupe “La Moncloa” en los próximos cuatro años sea consciente de
potenciar la educación y el conocimiento,
no solo como recursos económicos esenciales; sino como forma de ayudar
al desarrollo de la democracia y de la
ciudadanía en nuestro país. También los partidos políticos deberían hacer
una mejor selección de personal en la confección de las listas electorales y en
la elección de candidatos.
Si somos Europa, comportémonos
como europeos en el ámbito de la educación y del conocimiento. No despreciemos
la “experiencia de los viejos políticos de la transición”, quedémonos
con los elementos positivos de su contribución al país y a la ciudadanía.
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